"Las grandes verdades son eternas,
pero suenan a nuevas
cada vez que las oímos
porque las olvidamos cada día"
(Lluís Amiguet)
Vivimos en un mundo marcado por la velocidad: aviones, trenes, coches, internet, teléfonos móviles y con todo ello algo muy importante: la información, las ideas, las culturas diferentes, etc. ¿Cuál es el riesgo? No asumir y procesar todo lo que llega a nuestra mente. Hay información que llega de forma consciente y otra que se mete en nosotros de forma inconsciente, pero que ahí se queda con toda la riqueza que ello puede suponer y con todas las desventajas que pueden aportar. Tomamos decisiones sin muchas veces saber el alcance que éstas pueden tener.
¿Cómo hacer para que podamos retener todo lo que es importante y que pueda ser de gran ayuda en nuestra vida? Sin duda alguna creo que el antónimo de la prisa y de la velocidad es lo que puede dar cierta seguridad a nuestras vidas. Es un hecho patente que cada día se busca este recurso con más intensidad porque en el fondo lo necesitamos. De ahí que surjan terapias alternativas, nuevos movimientos eclesiales, diferentes medios para encontrarse a uno mismo y, como no, encontrarse con lo esencial de la misma vida.
El silencio es el instrumento que parece estar más en boga. Yoga, Tai-Chi, Meditación Trascendental, Reiki y cantidad de alternativas buscan algo importante, que la velocidad de la misma vida no nos haga perdernos a nosotros mismos, nuestra esencia, nuestras verdades, nuestro valores.
El mismo coaching nos invita a "auto preguntarnos" y buscar "dentro de nosotros" las respuestas a lo que nos preguntamos o a lo que nos tiene desorientados.
Recuerdo que en cierta ocasión, y a modo de ayudar a interiorizar los valores en los que un grupo de personas creía, defendí y con gran sorpresa para ellos, todo lo contrario. Era un valor tan importante como la fidelidad. Les dije que la infidelidad era lo más saludable para la persona humana.
Las respuestas físicas de asombro como la de abrir sus ojos de par en par, la de llevarse la mano a la boca o la de dirigir sus miradas a los diferentes integrantes del grupo me llevó a preguntarles sobre el porqué de esas reacciones.
La única respuesta que parecía tener fuerza era la de la tradición, pero nadie parecía saber que valores se escondían detrás de la fidelidad. O tal vez no sabían expresarlo. ¡Quien sabe si lo tenían tan asumido que nunca se plantearon el porqué de la fidelidad!
- Silencio. Elemento importante, que en medio de las prisas y la velocidad que nos imprime la vida y los cambios que en ésta se producen, nos ayudan a encontrar y a valorar aquello que consideramos importante.
- Comunicación. Otro elemento que nos permite compartir y profundizar sobre esos valores que en un momento determinado cuestionan nuestra existencia.
- Cuestionar. Esa gran capacidad de poner un interrogante a la vida, a las personas, a las situaciones y no con la finalidad de criticar o destruir, sino con la de ir deshojando la margarita para encontrarse con la pureza de la misma flor, de cada persona y de cada situación. Cuestionarse, algo tan vital y algo ante lo que tenemos pánico y miedo, pero que ofrece al mismo tiempo que inseguridad la posibilidad de abrir las puertas de las muchas verdades y sentidos de la vida, de las cosas y de las personas.
- Búsqueda positiva. Saber buscar el lado positivo de las cosas y no encerrarse en los patrones metales que uno tiene. Ser más libre y no dependiente de ideas, creencias y personas,