Me sorprendía hoy el escuchar a una madre al hablar de su hijo que prefería que ella le explicara las cosas que no entendía del colegio en casa antes que decirle al maestro que no lo entendía. ¿Razones? El profesor se enojaba cuando algún niño le decía que no entendía. ¿Curioso y patetico, no? Antes que enfrentarse al grito y regaño de un profesor, que refiere vivir engañado con el "sí" de sus alumnos, por miedo a él, se prefiere encontrar respuestas en donde se siente acogido. Ello me lleva a pensar y a reflexionar sobre la educación desde la imposición, desde el miedo, desde el "por que sí" y desde otras tantas visiones que no ayudan a aprender o a amar lo que supuestamente tenemos que aprender y asumir en la vida. Y esto es es extensible a otros campos: la política, el trabajo, las relaciones humanas, la educación de los hijos, etc.
Hace mucho tiempo, en un pequeño Rancho de Oaxaca, Paso Nuevo, alguien me decía cuando me impacientaba ante una situación que estaba viviendo que "al ganado no hay que tratarlo a palos, pues se alejan, mientras que si los mimas y atiendes sus necesidades, se acercan". Me quedé pensando y tengo que reconocer que fueron unas palabras que cambiaron mucho en mi vida. Desde ahí he sido consciente muchas veces que si no llego a la gente, si no consigo que se entienda lo que pretendo, o no se aceptan los valores o caminos que pretendo no es por culpa de los demás, tal vez es la manera de enseñarlo, de mostrarlo o de vivirlo.
¿Qué hay más allá de los gritos, de los enfados, de las imposiciones y de tantas actitudes que hacen que uno comulgue exteriormente con piedras de molino cuando la realidad interior y la libertad personal van por otros caminos? ¿Qué pretendemos con la imposición realmente?
Pienso que muchas veces detrás de ello puede encontrarse:
- La impotencia de poder comunicar de forma efectiva lo que realmente quiero comunicar.
- La sensación absurda de creer que dominamos la situación de los demás, en este caso los alumnos, cuando su libertad interior decide buscar soluciones por otras partes.
- La creencia, muchas veces política o simplemente humana, de que nos sentimos alguien cuando tenemos a otros bajo control.
- La impotencia de no dar la talla desde el punto de vista profesional o humano para lidiar con lo que tenemos entre manos o simplemente para manejar mejor nuestras habilidades humanas.
Lo que si es cierto, desde mi punto de vista, es que cuando las cosas no son como deseamos que sean no nos queda más remedio que:
- Aceptarlo. La aceptación nos dará la tranquilidad para ver, observar y analizar lo que creemos que no funciona. A veces podemos ser nosotros mismos.
- Vivir sin imponer. Si tiene sentido para mí, ¿qué importa que los demás no lo comprendan? Cuando yo lo viva y crea en ello, será desde la libertad hacia los demás. Si obligo e impongo, ¿no será que busco algo más que esos valores en sí?
- Contagiar desde la propia pasión. Sí, mueve mucho más la pasión que vemos en otros que las imposiciones que se ejercen sobre nosotros. La pasión vivida es contagiosa y conlleva energía positiva y alegría. Cuando exigimos e imponemos, ¿hay alguna muestra de amor, alegría y de energía positiva? Lo dudo.
El enfado y la frustración, ¿es resultado de las expectativas que tenemos hacia los demás? Tal vez sea una llamada a cuestionarnos si lo que deseamos para los demás lo deseamos para nosotros mismos, y si lo deseamos para nosotros mismos, ¿por qué no lo vivimos libremente y sin imponer? Tal vez esa llama de la libertad sea la que contagie a los demás.
Y déjame decir algo más por último. Quien ama algo de verdad destella libertad, alegría y energía indiferentemente de si es aceptado o no, porque aquello que se cree y que se vive es una experiencia personal e intransferible. Seamos nosotros mismos y dejemos ser a los demás y que aquello que no comprenden de nosotros o de aquello que desarrollamos nos ayude a ser mejores o a desarrollarlo mejor.