13/1/11

Actitud silenciosa

Siempre me ha llamado la atención de la actitud de Jesús frente a Pilatos y frente a una situación de sufrimiento en la cruz. Me ha llamado la atención su actitud silenciosa y sin ánimos de justificación ni defensa. Algunos podríamos tacharla de actitud cobarde o prepotente. Cobarde por no tener la suficiente valentía de defenderse y de poner encima de la mesa todas las cartas a su favor. Prepotente porque considerándose Hijo de Dios podía saber el significa de lo que hacía y el resultado final , la resurrección. Pero lejos de estas dos posibles actitudes quiero quedarme en la que yo considero de gran valor y es la de la profunda creencia en los valores que el mostraba a lo largo de su vida.

Tendemos a demostrar y a querer agradar a los demás. Ello nos lleva a justificar, a explicar con detalle y a defender a ultranza nuestras ideas, valores, creencia y estilos de vida. Parece que en la aprobación o desapobración de nuestras actitudes, estilos de vida, creencias o ideas se nos va la vida y que de la gente depende nuestra vida, nuestra autoestima y lo que realmente somos.

Hay algo que tiene mucho más valor en sí: la propia vida. No somos lo que pensamos, ni lo que creemos. Somos lo que vivimos, lo que decidimos y aquello por lo que optamos. Es nuestra propia vida la que habla bien alto por cada uno de nosotros, y por muchas explicaciones que demos habrá quien lo vea, lo entienda, lo acepte o no, pero el auténtico valor es el que nosotros mismos le damos a lo que hacemos y plasmamos con nuestra vida.

No hay más ciego que quien no quiere ver, y por muchas explicaciones que demos, nuestra vida está ahí, para ser entendida o no. Lo importante es saber vivirla y valorarla, el resto ya no está en nuestras manos. Podríamos amar y entregar nuestro cuerpo a las llamas, hacer milagros, piruetas en el aire y todo lo que queramos para que los demás lo comprendan y entiendan, que si no lo entienden de nada nos servirá. Pero el sentido de la vida y de lo que hacemos o lo entendemos nosotros o perdemos el tiempo.

Es por eso que muchas veces el silencio es el mejor valedor de lo que hacemos. Ni nos metemos en lcuhas de que nos entiendan, ni de que nos acepten, ni de que tener que dar explicaciones. El tiempo dará a cada uno su razón, pero lo importante es saber vivir la vida con pleno significado, sabiendo nosotros mismos lo que hacemos y el significado que tiene para nosotros. Eso nos llenará de sentido y de satisfacción mucho más que vivir para satisfaccer a los demás esperando su respuesta.