11/6/10

Indiferencia o reacción



Cualquier cosa,
aún las peligrosas,
son preferibles al aburrimiento.
Una pelea es mejor que la indiferencia;
se puede morir en ella,
pero al menos existe la seguridad
que se está vivo.

Virginia Satir

Le enviaba en día de ayer esta frase a una persona y me respondía que no estaba de acuerdo, que no aceptaba que una pelea era mejor que la indiferencia. Y es comprensible. ¿A quién le gusta pelear? A nadie. Pero la realidad es que desde el mismo momento en que salimos del vientre de nuestra madre la vida es una lucha, un esfuerzo, una serie de momentos y etapas en las que el cambio nos ayuda a crecer y a conseguir lo que buscamos.

No creo que lo que Virginia Satir haya querido mostrar es que es importante el tener peleas en medio de la vida. Alguna pelea que otra, algún encontronazo, malentendido, mirada agresiva o sentimiento de rabia, ira o agresividad están ahí como mecanismos de defensa para alertarnos que estamos vivos y de que tenemos que luchar por lo que nos merecemos, por lo que nos corresponde y por lo que tenemos derecho.

La emociones tanto positivas como negativas están ahí para ayudarnos a vivir, a progresar y a crecer adecuadamente. Lo realmente negativo es la muerte, sobre todo la muerte en la que dejas de sentir que estás vivo, en la que no sientes nada por las personas que están a tu lado. La indiferencia es la ausencia total de sentimientos y de la pobreza, por no decir nulidad, de lo que estamos viviendo o llevamos dentro.

Las emociones positivas y negativas son signos de vida, de que estamos vivos, de que nos movemos, de que sentimos, de que reaccionamos a los estímulos exteriores. Y estas emociones son las que nos permiten darnos cuentas de que existimos y de los demás también existen. Desde estas emociones podemos controlarnos y regular nuestras relaciones con los demás. Es por ello que creo comprender que entre estar vivo en vida o muerto en vida lo mejor es formar parte de los vivos, de los que sienten, de los que expresan, de los que son conscientes de sus derechos y de los de los demás. Esto solo podemos hacerlo desde nuestras emociones que son la que permiten que reaccionemos ante los estímulos de la vida y de los demás. La indiferencia tal vez sea el símbolo de nuestra propia muerte.