Ayer alguien proponía un pequeño debate sobre esta foto y esta frase:
"Una mosca, señor, puede picar a un caballo majestuoso y hacerlo estremecerse de dolor; pero la primera seguirá siendo nada más que un insecto, y el segundo, empero, un caballo." (Refiriéndose a los críticos)Samuel Johnson
Curiosamente comenzaba a leer un libro, como ganar amigos e influir sobre las personas de Dale Carniege,una de las cosas que subrayaba era la importancia del agradecimiento y de los halagos. Y aunque parezca mentira muchas veces la vida transcurre entre puras contradicciones. Hay quien por la mínima salta, se queja y se viene abajo y hay quien necesita de un acicate para arrancar a trotar, galopar o ponerse a hacer algo.
Ya Erich Fromm en su libro "El Miedo a la libertad" nos decía que hay personas que necesitan someter a otras para sentirse alguien, los sádicos, mientras que otros necesitan sentirse sometidos y que constantemente estén encima de ellos para sentirse alguien en la vida, los masoquistas.
La realidad de la vida nos dice que hay una tercera vía, que para mí es la más productiva, humana y sensible: reconocer y agradecer lo que otras personas son y hacen en la vida, aunque lo que hagan sea algo mínimo. Parece que reconociendo lo mínimo que se pueda ser o hacer y realzándolo la persona humana se siente mucho más predispuesta a hacerlo mejor que sintiendo el acicate y el dolor de no ser considerado.
¿Has recibido halagos alguna vez en la vida? ¿Cómo te han sentido? ¿Qué beneficio te ha aportado? ¿Qué ha sucedido después en tu vida? La experiencia dice que el halago lleva algo incorporado, un sentimiento de autorealización, de sentirse importante y parte de un proyecto de una familia, de un grupo. Ese sentimiento te abre a los demás y hace que quieras seguir aportando.
Por el contrario, cuando alguien menosprecia o no considera tu persona o tu trabajo la tendencia es venirse abajo, deprimirse y rendir mucho menos de lo que en realidad puedes. Un sentimiento de inutilidad y de inferioridad te invade al punto de llegar a paralizar tu vida. ¿Has tenido alguna vez esta experiencia? ¿Qué ha sucedido y como has reaccionado? ¿Hay diferencia o no la hay entre el halago o reconocimiento y entre la indiferencia o el desprecio?
Necesitamos sentirnos parte del mundo, de un equipo de trabajo, de un grupo o de una familia. Y nos sentiremos parte cuando se reconozca lo que se aporta, cada uno en la medida de sus posibilidades, aunque cuando se reconocen tienden a crecer mucho más por ese sentido de pertenencia.
Hay gente con la que vivimos y al lado de la que trabajamos cada día. ¿Los reconocemos? ¿Les valoramos en lo poco o mucho que nos aportan? ¿Nos sentimos reconocidos?
Hay cosas, por muy simples que sean, que hacen posible la vida y la felicidad. Reconocerlas y hacerlo constar hace posible que la vida siga emergiendo con más fuerza.