Creo que a nivel de experiencia humana todos tenemos un común denominador: nos satisface más el amor que podemos dar, lo que podemos contribuir a la vida y lo que podemos compartir que cantidad de cosas que podemos obtener de la misma vida o de los demás.
Las cosas son efímeras, lo que damos deja huella en cada uno de nosotros. Si rebobinamos un poco en nuestra vida y recordamos todo lo que hemos contribuido hacia la vida, la familia, compañeros o amigos e incluso hacia desconocidos nos damos cuenta de que lo que damos, lo que sale desde nosotros, siempre que lo hagamos con corazón y sinceridad, es algo que deja huella en nosotros y de manera consciente o inconsciente en las personas.
La sensación de "ser parte de algo", de "contribuir con nuestro esfuerzo, ideas o aportaciones" a una causa nos hace sentir bien. Es parte de esa autoestima que nos hace reconocer que "somos alguien" y de que "nuestra vida sirve para algo", es decir, que la vida "tiene sentido". Y cuando lo tiene es mucho más fácil llevar las cargas, si es que muchas veces se consideran tal.
No hay mayor satisfacción que la que podemos sentir hacia nosotros mismos, y no hay mayor frustración que llegar a los momentos finales de nuestras vidas sintiendo que después de muchos años podíamos haber desarrollado mucho más pero que, por la excusas que sean, no lo hemos hecho. Parece que nos sentimos como si no hubiéramos hecho los deberes.
¿Ves la cara de los niños cuando sienten que pueden contribuir a algo? ¿Ves la cara de satisfacción que tenemos cuando compartimos vida, cualidades, esfuerzos y proyectos? Creo que es mucho más grande que aquello que podemos obtener. Merece la pena. Es lo que da sentido a nuestras vidas.