Es una experiencia interesante. Tomarse un buen rato, aislarse del mundanal ruido. Retroceder a los primeros años de la propia vida de uno. Traer imágenes, las primeras imágenes de tu vida, tus primeros recuerdos, con tus hermanos, en el colegio, en tus juegos. Traerlas a la mente sin juzgarlas, evaluarlas o sin emitir cualquier tipo de juicio sobre ellas. Simplemente traerlas a la mente.
Y con ellas traer los sonidos, las palabras que recibías o que emitías, los consejos, las alabanzas y los reproches, las palabras que penetraban en ti y que han quedado ahí instaladas en tu subconsciente.
Volver a vivir las mismas experiencia, con los sentimientos que en ti provocaban antes y con los sentimientos que provocan ahora.
Retroceder en la vida y y revivir los abrazos y los azotes, los besos o las miradas que nos fulminaban por algo malo que habíamos hecho. Revivir las manos que nos ayudaban a apoyarnos así como los castigos que recibíamos, los momentos de apoyo como los momentos de ausencia.
Volver a vivir las emociones de antes, ¿que tipo de emociones, sentimientos y sensaciones provocan hoy en nosotros? ¿Que aprendemos de ellas? ¿Qué partido le sacamos? ¿Somos, de alguna manera, herederos de lo que hemos recibido? ¿Y transmisores de esos mismos valores, afectos o carencias?
Y todo mirándolo desde la tranquilidad y desde la oportunidad que la vida nos da de aprender de cada paso que hemos vivido.