"En toda discusión
no es una tesis lo que se defiende,
sino a uno mismo"
(Paul Valéry)
Una de las cosas más difíciles que nos podemos encontrar, tanto a nivel laboral como a nivel de relaciones familiares o sociales, es la comunicación. Es muchos programas de televisión podemos ver discusiones en lo que prevalece es "ganar" y no tanto el que queden las cosas claras para los demás. Parece que está en juego nuestra vida, nuestra personalidad, nuestras creencias.
Toma, por ejemplo, discusiones que podemos tener en casa o en el trabajo. ¿Cuál fue la ultima que tuviste? ¿Cuál fue la razón o motivo de la discusión? ¿Qué sucede si el otro tiene razón? ¿Lo reconocemos fácilmente? ¿Nos defendemos a capa y a espada aunque no tengamos razón o argumentos? ¿Nos acaloramos? ¿Nos sentimos bien si alguien discrepa o no está de acuerdo con nuestra manera de pensar? En definitiva, ¿qué hay en juego detrás de una discusión?
Hay algo realmente notorio e importante en las reuniones o conversaciones en las que podemos participar: la capacidad de discrepar, de no estar de acuerdo. ¿Somos capaces de hacerlo? ¿Nos sentimos cohibidos? ¿Nos da miedo?
Discrepar es algo importante, pone en tela de juicio lo que creemos y pensamos. Podemos ver de un momento a otro como nuestros argumentos se vienen abajo y con ellos muchas de las actitudes que mantenemos en la vida. Discrepar, ¿crea en nosotros inseguridad? ¿pasa algo si estamos equivocados?
A veces preferimos caminar por el camino equivocado en vez de cuestionarnos, profundizar, abrirnos a otras mentalidades y dejar que nueva información entre en nuestras vidas. Los que nos cuestionan y los que cuestionamos no dejan ni dejamos de ser incómodos para otros, pero tenemos que vivir en congruencia con nosotros mismos y al mismo tiempo abiertos a la verdad de la vida, verdad que puede darse de muchas manera pero, ¿por qué cerrarse a encontrarla? Tenemos que ser más libres. Defendamos más la verdad que nuestras emociones o, incluso, a nosotros mismos,