Un día dije a un espantapájaros “Debes de estar cansado de permanecer inmóvil en este solitario campo”.
Y él me dijo “La dicha de asustar es profunda y duradera; nunca me cansa”.
Tras un minuto de reflexión, le dije: “Es verdad; pues yo también he conocido esa dicha”.
Y él me dijo: “Sólo quienes están rellenos de paja pueden conocerla”.
Entonces, me alejé del espantapájaros, sin saber si me había elogiado o subestimado.
Transcurrió un año, durante el cual el espantapájaros se convirtió en filósofo.
Y cuando volví a pasar junto a él, vi que dos cuervos habían anidado bajo su sombrero.