Como casi cada día la recogí en el colegio, y hoy miércoles tocaba llevarla a clases de pintura. Se subió al coche con determinación, se sentó en su silla y no demoró en decirme: "Papa, por favor, me alcanzas un boli?" Alcancé mi mano hasta el cajoncito donde tenía un par de boligrafos y le dí uno de ellos. Rápidamente me pidió otro pues ese no escribía. Se lo alcancé y ahí se puso a hacer, posiblemente, alguno de sus dibujos que tanto le gusta hacer.
Al poco rato, unos diez minutos, llegamos a la escuela de pintura y con toda la determinación del mundo tomó varios papeles en sus manos, se levantó con aire de determinación y me dijo: "Vamos, papá, tengo que entregar esto a varias personas".
Me quedé un poco extrañado y le pregunté: ¿Qué es lo que tienes que entregar?
Estos, papá, respondió ella en tono firme y convencida de lo que decía.
Si, entiendo, pero ¿que es eso, cariño?
Extendiendo sus manos hacia mi me mostró uno de los papeles que estaba doblado y que decía: "Abre y lee". Lo abrió y en la parte interior tenía escrito en el centro: "Te deseo que seas feliz y estés alegre".
Extrañado le pregunté: ¿A quién se lo vas a dar?
A todos papá.
¿A todos?
Si, a todos. Y el primero lo colocó en el parabrisas de un coche aparcado al lado del mío.
Cuando la recogí, una hora más tarde, me comentó que se lo había dado a varios niños. Y cuando ya íbamos a entrar en el coche se lo dio a alguien que estaba sentado en el suyo esperando a alguien. El conductor, sorprendido, lo tomó, lo leyó y sonrió. Llegando a casa lo metió en el buzón de los vecinos que viven al lado y por debajo de la puerta de otro más.
Entrando en casa me dijo: "Papá, no quiero que nadie esté triste ni llore".
¿Cosas de niños? Pues dejemos que la semilla crezca en ellos y que la que han depositado en nosotros también.