A la hora de conseguir nuestros objetivos hay algo que tiene una fuerza increíble como un auténtico freno y obstáculos: el miedo.
Los éxitos, sean al nivel que sean, exigen una cosa: salir de nuestra zona de confort, dejar atrás una serie de comodidades. Preferimos lo seguro, aunque no nos llene del todo, a tener que vivir en la incertidumbre y máxime si tenemos que arriesgar.
El riesgo a perder, a fracasar, a quedar mal se apodera de nuestras mentes y hace de auténtico muro a la hora de plantearnos el conseguir aquello que seriamente nos planteamos.
La fe, en este sentido, tiene una gran importancia para creyente y para no creyentes. La fe en el propio proyecto es cuestión de confianza, de creer y de lanzarse a por lo que uno quiere. Una prueba de ello es la actitud de los apóstoles encerrados y acobardados tras la muerte de Jesús.Es una actitud de encerrarse en la tristeza, el miedo y, ¿por qué no?, en la cobardía. El resultado era el mismo de hoy en día para todos aquellos que podemos vivir aprisionados del miedo y de la inseguridad: "falta de paz".
La paz y la confianza sólo se recobran cuando sin miedo somos capaces de ver y tocar aquello que nos atemoriza y amedrenta. Reconocer nuestros miedos nos ayuda a reconocer aquellas seguridades a las que nos aferramos y al mismo tiempo nuestras limitaciones. Quizás éstas ultimas sean más importantes pues nos gusta vernos pequeños e indefensos ante los demás.
Pero el paso decisivo es el de abrir la puertas, intentarlo, arriesgar puesto que sin hacerlo solo tendremos el resultados que tenemos actualmente y que no llega ni a satisfacernos del todo, ni a sentirnos satisfechos, ni a ofrecer más vida a los que están alrededor nuestra. Solo podemos dar aquello que tenemos. ¿Damos miedo e inseguridad?