Querido Eduardo:
Sientes intriga y miedo ante los cambios que, poco a poco, vas experimentando en tu vida. Te da miedo el hecho de que tu cuerpo vaya envejeciendo. Te sientes intrigado, y hasta te miras con algo de desprecio, por el hecho de que tus ideas, tus actitudes y tu manera de afrontar la vida vayan cambiando, y poco te vayas pareciendo a la persona que eras antes. Sientes miedo a la hora de cambiar en tu vida, en tus sentimientos, en tus actitudes, en tus compromisos y en tus relaciones con la familia. Sientes la necesidad de cambiar, pero, al mismo tiempo, sientes inseguridad. Tienes miedo de tomar decisiones. No quieres equivocarte. Y en todos estos cambios te preguntas si no te estarás traicionando a ti mismo, a tus creencias, a tus valores, a lo que aspirabas en la vida, a lo que esperabas de ti mismo y a lo que otros esperaban de ti. Sientes que tu vida, como bien dices, esta en una encrucijada. ¿Qué hacer? ¿Por donde tirar? ¿Qué actitud tomar?
Sientes intriga y miedo ante los cambios que, poco a poco, vas experimentando en tu vida. Te da miedo el hecho de que tu cuerpo vaya envejeciendo. Te sientes intrigado, y hasta te miras con algo de desprecio, por el hecho de que tus ideas, tus actitudes y tu manera de afrontar la vida vayan cambiando, y poco te vayas pareciendo a la persona que eras antes. Sientes miedo a la hora de cambiar en tu vida, en tus sentimientos, en tus actitudes, en tus compromisos y en tus relaciones con la familia. Sientes la necesidad de cambiar, pero, al mismo tiempo, sientes inseguridad. Tienes miedo de tomar decisiones. No quieres equivocarte. Y en todos estos cambios te preguntas si no te estarás traicionando a ti mismo, a tus creencias, a tus valores, a lo que aspirabas en la vida, a lo que esperabas de ti mismo y a lo que otros esperaban de ti. Sientes que tu vida, como bien dices, esta en una encrucijada. ¿Qué hacer? ¿Por donde tirar? ¿Qué actitud tomar?
Eduardo, ¡qué suerte tienes! Y la tienes porque en la vida estamos llamados, precisamente, a cambiar, a transformarnos constantemente, a destruir la imagen que todos tienen de nosotros e, incluso, a destruir la imagen que nosotros tenemos de nosotros mismos, porque somos personas en constante crecimiento, en evolución, en plena y contínua transformación. Estoy convencido de que, desde que salimos del vientre de nuestra madre, nuestro cuerpo cambia constantemente a lo largo del día, a lo largo de la semana, a lo largo de los meses, a lo largo de los años. Y, juntamente, con nuestro cuerpo van cambiando, también, nuestras experiencias, nuestras cualidades, nuestros sentimientos, nuestras actitudes. Y esas células que día a día van muriendo, y que día a día van dando paso a otras más nuevas, más fuertes y con más capacidades, son células que van permitiendo que crezcamos, que nos desarrollemos y que tengamos mas fuerza. Es una muerte, o mejor dicho, son muertes que se producen en nuestros organismos todos los días, muertes de las que no nos damos cuenta, pero que nos permiten crecer, vivir, desarrollarnos, tener mas fuerza...
Y lo mismo nos sucede con los sentimientos, con los ideales, con las actitudes... ¡Qué pena... cuando nuestras vidas, en este sentido, se quedan anquilosadas, muertas, inertes... ¡Qué pena.,., cuando no sentimos que nuestras vidas han dejado de crecer...! ¡Qué pena..., cuando no queremos afrontar la muerte de cada día, para afrontar la nueva vida que ésta muerte nos trae..! ¡Qué pena! El permanecer estáticos, inmóviles e impasibles nos da como cierto sentido de seguridad, de confianza, de que tenemos una base en la que pisar, un muro donde apoyarnos, un cabo a donde agarrarnos. El cambia nos aterra. No sabemos a donde nos lleva. Nos da miedo el indagar en lo desconocido. Preferimos, como el feto, seguir en el vientre camodo, caliente y bien alimentado de nuestra madre. Ahí estamos seguros.
Eduardo, recuerdo la primera vez en que tuve que salir de España rumbo a misiones. Me iba para México. Íba a trabajar con los Indios Chinantecos. Recuerdo que cuando estaba en la escalerilla del avión, y a punto de entrar en éste, se me ocurrió mirar hacia atrás. Por un instante me di cuenta que dejaba tierra, familia, amigos, seguridades y que me adentraba en el mundo de lo desconocido, de lo inseguro, de lo incomunicado. Reconozco que sentí miedo. Puedo hasta decirte que me dieron ganas de volverme atrás, de bajarme del avión, de quedarme en lo malo conocido que en lo bueno por conocer. Pero lo único que sí sé, es que di el paso, de que entre en el avión y de que, desde éste, veía lentamente como el suelo que me había vista nacer se iba alejando de mi vista.
Poco a poco, comencé a pensar, no en lo que dejaba sino en lo que yo elegía, no en lo que moría sino en lo que nacía, no en lo que me había hecho crecer, sino en lo que me haría crecer. Y, aún más, fué éste espíritu de apertura a lo nuevo lo que me llevó realmente a crecer, a aprender, a vivir de una nueva manera. Y puedo decirte, también, que en aquél mundo inseguro sentí como hacia de mi una persona más segura. Fue allí donde aprendí a comprender que la comodidad, de la quo gozaba en esa tierra que me había vista nacer, era lo quo hacia incomoda mi vida, pues no dejaba que me despegara y me liberara de los mil y un caprichos, ideas, seguridades y prejuicios que se hacían vitales para mi. Fue en ese país lejano y desconocido donde aprendí que la vida era cercana y que todavía me quedaba mucho que aprender, conocer y vivir. Fue muriendo a lo que tenia, a lo que poseía, a lo que dominaba como me di cuenta de que tenia, todavía por delante, mucha vida por vivir. Y, mire por donde, fue en medio de la pobreza de tener que dejar tantas cosas que tenía, donde, realmente, me enriquecí a nivel personal.
Eduardo, no te estoy invitando a ir a México, y menos a misiones. Tu situación y tus compromises familiares no te lo permiten en estos momentos. Pero a lo que si te invito a pensar es a que valores los cambios, las muertes que se van praduciendo, o que deberian producirse, en ti, en tus ideas, en tus sentimientos, en tus actitudes, en tus creencias. La vida transcurre, cambia, evoluciona. Nosotros tambien. Y esta es la belleza de la vida. La viuda, que se aferra a la imagen y a la vida del esposo que ya no esta, no padre sacar los hijos adelante, ni salir adelante ella misma si no es libre para seguir caminando y viviendo. El ciego qua se aferra a la vista que ya no tiene, no podia experimentar los olores o la suavidad del tacto que, si, existe en el y otras tantas vivencias que el día a día le brinda. Eduardo, no podemos ser esclavos de nosotros mismos, de nuestras ideas, de nuestras experiencias, de nuestro pasado. Estamos Ilamados a vivir el presente, lo nuevo que día a día se va dando en esta maravillosa creacion y vida que Dios nos ha dado. ¿Por que renunciar a cambiar? ¿Por que temer la novedad? ¿Por que enterrarme en vida? ¿Por qué no ser como niños que escudriñan y se alimentan de lo nuevo?
Te lo dije en innumerables situaciones, y te lo vuelvo a decir ahora. Si aprovechamos las ocasiones que nos da la vida aprenderemos a ver, a oir, a tocar, a sentir, a percibir la cantidad de cosas que la vida nos da. Es por eso que, "si el grano de trigo no muere y cae en la tierra, no da fruto." Eduardo, no te pido que seas masoquista y saborees esa muerte diaria que todos tenemos que afrontar. Te pido que saborees, simplemente, la vida que día a día, esa muerte diaria nos trae. ¡Suerte!
Fernando