9/4/15

NO TE RINDAS NUNCA!!!



Una vez más, la joven maestra leyó la nota adjunta a la hermosa planta de hiedra. 
“Gracias a las semillas que usted plantó, algún día seremos como esta hermosa planta. Le agradecemos todo lo que ha hecho por nosotras. Gracias por invertir tiempo en nuestras vidas”. 
Una amplia sonrisa iluminó el rostro de la maestra mientras por sus mejillas corrían lágrimas de agradecimiento. Como el único leproso que manifestó gratitud hacia Jesús cuando fue sanado, las chicas a quienes les había dado clase en la escuela dominical, se acordaban de agradecer a su maestra. La planta de hiedra representaba un regalo de amor. 
Durante meses la maestra regó fielmente la planta en crecimiento. Cada vez que la miraba, recordaba a esas adolescentes especiales y eso la animaba a seguir enseñando. 
Pero al cabo de un año, algo sucedió. Las hojas empezaron a ponerse amarillas y a caerse; todas, menos una. Pensó en deshacerse de la hiedra, pero decidió seguir regándola y fertilizándola. Un día, al pasar por la cocina, la maestra vio que la planta tenía un brote nuevo. Unos días después, apareció otra hoja, y luego otra más. En pocos meses, la hiedra estaba otra vez convirtiéndose en una hermosa planta. 
Henry Drummond dice: “No pienses que no pasa nada, simplemente, porque no ves tú crecimiento, o no escuchas el zumbido de los motores. Las grandes cosas crecen silenciosamente”.
Hay pocas alegrías más grandes que la bendición de invertir fielmente amor y tiempo en las vidas de otras personas. ¡Nunca, nunca te des por vencido con esas plantas! 
Durante meses la maestra regó fielmente la planta en crecimiento. Cada vez que la miraba, recordaba a esas adolescentes especiales y eso la animaba a seguir enseñando. 
Pero al cabo de un año, algo sucedió. Las hojas empezaron a ponerse amarillas y a caerse; todas, menos una. Pensó en deshacerse de la hiedra, pero decidió seguir regándola y fertilizándola. Un día, al pasar por la cocina, la maestra vio que la planta tenía un brote nuevo. Unos días después, apareció otra hoja, y luego otra más. En pocos meses, la hiedra estaba otra vez convirtiéndose en una hermosa planta. 
Henry Drummond dice: “No pienses que no pasa nada, simplemente, porque no ves tú crecimiento, o no escuchas el zumbido de los motores. Las grandes cosas crecen silenciosamente”. 
Hay pocas alegrías más grandes que la bendición de invertir fielmente amor y tiempo en las vidas de otras personas. ¡Nunca, nunca te des por vencido con esas plantas!
Una de las grandes decepciones que solemos tener es no ver los resultados en los momentos. Si vemos las cosas desde un punto de vista de la naturaleza todo lleva su tiempo, desde la concepción, gestación y parto hasta los ciclos de las estaciones del año que pasan por climatologías diferentes y efectos en la naturaleza diferentes.

La madre tiene una experiencia, muchas veces silenciosa, en el embarazo donde vive y siente como algo va creciendo dentro de sí. No lo ve, pero lo siente. Es cuestión de paciencia. Tener la mente enfocada en lo que va a nacer y vivir el día a día, que seguramente es una riqueza en sí que nos va enseñando mucho.

La enseñanza silenciosa en el tiempo es crucial a la hora de vivir el futuro. Cada día aprendemos muchas cosas. Unas veces somos conscientes, otras no. Cuando lo somos nace el agradecimiento y sobre todo la admiración por todo lo que sucede y lo que nos enseña. Es cierto que hay momentos amargos, pero también enseñan algo. Alguien decía que de cada caída en la vida no deberíamos enderezarnos sin traer algo del suelo con nosotros, lo que hemos aprendido.

También es importante no tener la mente constantemente en el futuro, mientras estemos en el futuro nos olvidamos de vivir y saborear el presente. Es este silencio de futuro y vivencia del presente lo que a lo largo del tiempo nos permite ser conscientes de todo lo que la vida nos ha dado, de lo que hemos saboreado y de lo que hemos podido progresar a lo largo del tiempo.

En el silencio y en la espera se aprende. Y, como dice Jesús en el Evangelio, en el momento de dar a luz los dolores quedan atrás porque el fruto siempre es mayor que el dolor.