Hay un dicho, una costumbre y una norma de seguridad que dice: "Antes de entrar, dejen salir". Y la verdad es que la capacidad que puede albergar un sitio es limitada. Lo mismo nos pasa con la mente humana, estamos llenos de ideas, conceptos, costumbres, pensamientos, creencias y experiencias que nos mantienen atados al pasado y a momentos que ya no son parte de nuestra realidad. Lo peor de todo es que nos encadenamos a todas esas situaciones y esa dependencia y falta de libertad nos impiden dar pasos mucho más certeros en la vida que nos ayuden a vivirla y no simplemente a sobrevivirla.
¿Te has fijado en lo que nos cuesta desaprender? ¿En dejar a un lado opiniones y puntos de vista? ¿A dejar de pensar de la forma en la que lo hacemos?
No es cuestión de abandonar esquemas que tenemos por abandonarlos, no. Es cuestión de que esos esquemas no nos permitan ver más allá de lo que realmente hay. Es como si algo o alguien se nos atragantara en la vida y no fuéramos capaces de ver otros aspectos más allá de los que nos producen estorbo, dolor o negatividad.
Creemos siempre que lo que debe cambiar es la realidad, o las personas que forman parte de ella. Eso me hace pensar en aquella frase de Jesús que dice que lo que hace impuro al hombre no es lo que come, sino lo que está dentro del mismo hombre. Es decir, no son las cosas en sí las que son malas, sino la forma de ver las cosas que tiene uno lo que hace que sean malas.
Es por ello que nunca está de más hacer limpieza en los cajones mentales que tenemos. Sobran muchas cosas, conceptos, creencias y maneras de pensar que no nos hacen libres ni nos permiten vivir en esa libertad que si depende de nosotros. Abrirnos a la vida es dejar un hueco dentro de nosotros para que entre la luz y aporte algo nuevo pero, ¿y si está nuestra mente saturada? Hay que hacer espacio. Y mientras nos aferremos a nuestros viejos dogmas poco espacio dejamos para que entre la vida o la posibilidad de generar vida desde nosotros mismos.
Creo que toca hacer limpieza.