Siempre me sorprendió, a mí y a mucha gente, la aparente crueldad de Dios a la hora de pedir el sacrificio de la vida de su hijo Isaac. Pero dentro de esa petición hay algo que toma sentido: la libertad del hombre ante si mismo, ante los propios valores y ante todo aquello que muchas veces elige.
Es cierto que un hijo es un hijo, en el caso de Abraham. Y no deja de ser una lección más que un hecho real pero, ¿cuántas veces somos esclavos de nuestros valores, sentimientos, creencias, ideas, personas que nos rodean, etc?
En cierta ocasión Jesús recalcó que la Ley fue hecha para el hombre y no el hombre para la Ley. Incide, una vez más, en lo que tiene que ser una prioridad en nuestra vida: nuestra propia libertad y no solo ante las personas, sino ante nosotros mismos y la gran cantidad de apegos a los que estamos sujetos.
Es por eso que muchas veces, unas conscientemente y otras no, nos convertimos esclavos de aquello que hemos elegido. Elegimos para Ser, Crecer, Desarrollarnos y ser libres ante la misma vida, los demás y nosotros mismos.
Sólo la libertad nos hará libres. Y sólo siendo libres nos encontraremos con nosotros mismos y podremos disfrutar de lo que somos y de lo que la vida nos ofrece.
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