25/1/11

El amor y la rutina



Hay quien dice que la rutina ha matado al amor, y puede ser que sea una de las razones por las que el amor pueda ir apagándose en el día a día de las relaciones humanas. Pero la rutina no es sólo cosa de relaciones humanas, es algo que aparece en el trabajo haciendo que éste se convierta en algo tedioso, aburrido, agobiante al punto de que no hace que nos sintamos autorealizados. Pero podemos cometer un gran error si convertimos a la rutina en el causante de nuestros males. ¿Qué nos ha hecho caer en la rutina? 

Si observamos a los niños podemos encontrar una actitud bastante importante que es la curiosidad. Todo lo investigan, todo lo quieren saber, todo lo tocan, todo lo mueven. Poco a poco se van topando con una realidad que hace que crezcamos constantemente con una serie de limitaciones: los "no" que constantemente recibimos en la vida. ¿Te has parado a pensar en la cantidad de "no" que pronunciamos a lo largo del día, la cantidad de "no" que le pronunciamos a los niños y la cantidad de restricciones que se nos han puesto?

La curiosidad, el afán de investigar, de conocer, de saber, de valorar, de apreciar todo aquello que forma parte de nuestro entorno se ha visto mutilado. Nos hemos visto encasillados en vidas empobrecidas por prohibiciones y por rejas que han coartado nuestra libertad y, con ella, toda nuestra creatividad. A partir de ahí nos hemos alojado en el mundo confortable del que ya tiene lo que desea, lo que ha podido conseguir y del que cree que detrás de las personas ya no se esconde ninguna otra novedad que la haga peculiar, genuina y especial.

Nos convertimos en fósiles que caminan por la vida sin ilusiones ni esperanzas, sin sueños y sin la convicción que dentro de nuestras vidas hay todavía mucho petroleo que sacar. No somos conscientes que escondemos grandes tesoros, que todavía podemos dar más de sí, que la riqueza que esconde cada persona no acaba hasta el día del último suspiro, día en que todo se transforma y pasa a formar parte de otra realidad.

Rutina, ciertamente, lleva a la muerte, pero es la falta de credibilidad en uno mismo y en todo aquello que tienen y puede explorar dentro y fuera de si, la que le lleva a la muerte, al tedio, al sin sentido de la vida. renacer, resucitar, reanimar nuestros sentimientos y creencias, es el camino para combatir la rutina que nos acaba por destruir, a nosotros y a los demás: ¡Viva la curiosidad, la investigación, los nuevos pasos que hacen latir el corazón!

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