En el bosque habitaban el rey de los cuervos y el rey de los búhos, ambos con su legión respectiva de cuervos y búhos. Siempre habían compartido la paz del bosque, pero resulta que cierto día el rey de los cuervos y el rey de los búhos se encontraron y comenzaron a intercambiar impresiones. El rey de los cuervos preguntó:
--¿Por qué tú y tu legión de búhos trabajáis por la noche?
El búho, sorprendido, replicó:
--Sois vosotros los que trabajáis por la noche. Nosotros trabajamos de día. Así que no mientas.
Y los dos reyes se enzarzaron en una discusión, ambos convencidos de que trabajaban de día. Hasta tal punto la discusión comenzó a adquirir un carácter de violencia, que la legión de cuervos y la de búhos se disponían a entrar en combate. Pero cuando la situación estaba llegando a su momento más crítico, apareció por allí un apacible cisne que, al enterarse de la disputa, dijo:
--Calmaos todos, queridos compañeros.
Y dirigiéndose a los reyes, dijo:
--No debéis en absoluto pelear, porque los dos tenéis razón. Desde vuestra perspectiva, los dos trabajáis de día.
Debido a diferentes enfoques
de la realidad aparente,
ideologías y ficticias divisiones,
surgen las disputas y guerras,
el malestar y el dolor.
Todos vemos la realidad desde nuestra perspectiva, desde nuestras creencias, desde nuestra propia historia y desde nuestras propias vivencias. Todos llevamos nuestra carga mental y existencial en lo que vivimos. La comunicación y la empatía se vuelven necesarias para poder comprender nuestro punto de vista y el punto de vista de los demás.
La discusión surge cuando queremos que nuestro punto de vista prevalezca sobre el de otros. La riqueza de la comunicación no está en tener razón sino en comprender y valorar las diferentes situaciones.
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