13/3/15

¿Cambiar la situación o cambiar nosotros?



Pedimos a Dios y pedimos a la vida. Creo que a veces pedimos a Dios que deje de ser Dios para convertirse en lo que nosotros queremos. Es cierto que la mayor parte de nuestras súplicas a Dios son para que satisfaga nuestras necesidades. Curiosamente, ¿nos preguntamos que es lo que quiere Dios o la misma vida en las circunstancias en las que estamos? Tal vez nos de miedo a pararnos a preguntar o pensar al respecto. Miedo porque podemos encontrarnos respuestas que nos hagan salir de la zona de confort en la que estamos para tener que hacer algo diferente.

En este contexto y uno de los peores momentos en la vida de Jesús fue el encuentro con el dolor y la soledad e incluso el sentimiento de abandono por parte del mismo Padre. En momentos como ese se ve la honestidad de quien está al servicio de un sueño, de una misión y reconoce su situación diciendo: "Si es posible aparta de mi este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya".

La vida no es que todo nos caiga cómodamente en nuestros brazos. La vida, desde que salimos del vientre de nuestra madre, es un continuo esfuerzo de crecimiento y de autodesarrollo. No hay nada cómodo. La vida es un continuo cambio,  un devenir que nos invita a seguir el mismo proceso de la vida: el propio cambio de cada uno de nosotros en cuanto a tener que adaptarnos a las situaciones y mejorarlas.

Si por nosotros fuera no cambiaríamos nada de nosotros mismos. Nos conformaríamos con lo que somos. Despertar de nuestro sueño o letargo implica sacudirnos las legañas, los viejos hábitos y costumbres y comenzar a preguntarnos de forma constante: ¿Qué puedo aprender yo de esta situación?

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