23/1/13

¿Sentimiento de culpa?



¿Te acuerdas de aquel episodio del Evangelio en el que llevan ante Jesús a una mujer sorprendida en adulterio con intención de apedrearla de acuerdo con la ley? Le preguntan a Jesús que hacer. Y Jesús calla, tan solo escribe en el suelo. Curiosamente los que acusaban a la muer dejaron las piedras y se retiraron comenzando por los más ancianos. ¿Qué escribía Jesús en el suelo? Probablemente la historia de cada uno de ellos, puesto que dijo que el que estuviera libre de pecado que tirara la primera piedra.

Tenemos una costumbre de fiscalizar las actitudes propias y ajenas. Detrás de una actitud que no nos va llegamos a ver maldad. Alguien me comentaba ayer que a él le sucede con alguien cercano, que hay una persona que se siente acusada, señalada y juzgada por él, cuando en realidad eso no sucede ni tan siquiera en su mente.

También ocurre que buscamos con bastante facilidad culpables a lo que generalmente no nos cuadra. Entras en un sitio, ves algo tirado y lo primero que se te pasa por la mente es una pregunta: ¿Quién fue? Hay que buscar tal vez un culpable, un responsable. Es como si hallando culpables nuestra mente se quedara tranquila sabiendo que "alguien" es el responsable y peor que nosotros o que la falta de control sobre las cosas no es culpa nuestra.

Las cosas suceden, unas veces queriendo y otras no. Incluso cuando se hacen queriendo el mundo de cada persona es muy diferente al nuestro. Suceden tantas cosas en el mundo de los demás que si lo supiéramos podríamos entender cantidad de decisiones que se toman y que llegan a dañarnos cuando en realidad son manifestaciones de una experiencia muy profunda que otros viven.

Nuestra mente es la que se encarga de enjuiciar y de encasillar un sin fin de comportamientos. Haciéndolo encasillamos a las personas y muchas veces las marginamos o rechazamos. ¿Qué pasaría si no emitiéramos juicios hacia las cosas o personas y las aceptáramos sin más? Posiblemente un gran bálsamo de paz y tranquilidad recorrería nuestro cuerpo, sobre todo nuestra mente. Quizás no nos veríamos envueltos en tantos problemas de celos, envidias y roles de poder que llegan a destruir a los demás. Lo que si está claro es que seríamos mucho más libres y no caminaríamos por la vida con tanto sentimiento de culpabilidad hacia nosotros mismos y hacia los demás.


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