Estos días he estado escuchando a Jorge Lomar hablar sobre el perdón. El enfoque que le da al perdón va mucho más allá del ámbito religioso. Toca mucho es aspecto de la libertad, de la psicología, de las dependencias emocionales. Hay una frase bien bonita de él que dice: "Perdonar es atravesar un puente desde mi mente en conflicto hasta mi mente en paz".
Siempre me he inclinado a pensar que el mayor beneficiario del perdón es siempre el que perdona. Lo digo porque cargar por la vida a delante con resentimientos es algo muy duro y que no permites gozar del aquí y del ahora. El resentimiento nos ata de pies y de manos borrando la sonrisa de nuestra boca para siempre haciendo que nuestra mente gire una y otra vez en torno a lo que nos ha hecho daño.
Mientras lo escuchaba contaron una pequeña historia de dos monjes que tenían que atravesar un río. Se encontraron a una mujer que también lo quería cruzar y como no sabía nadar uno de ellos la cogió en brazos, cosa prohibida para los monjes, la portó en brazos hasta la otra orilla y una vez allí la puso en el suelo y prosiguió su camino.
Al cabo de unas tres o cuatro horas llegaron al convento y antes de entrar el otro monje abrió la boca que la llevaba cerrada desde que habían atravesado el río y le dijo a su compañero: "Hermano, ahora al entrar tendré que decirle al maestro lo que has hecho. Has transgredido la ley cogiendo en brazos a una mujer".
Hermano...., respondió el otro monje, yo dejé a la mujer hace cuatro horas y tu todavía caminas con ella en la mente.
El que no perdona vive esclavo de los sentimientos de culpa propios o de los que ve en los demás. Pierde la conexión consigo mismo y con la vida. Pierde la libertad y la naturalidad al punto de que no es capaz ni de vivir ni de expresarse tal y como es.
Perdonar es volver a reconciliarse, ante todo, con uno mismo ya que ha perdido la libertad que le permite ser el mismo ante el ofensor. Perdonar es la decisión de seguir caminando por la vida aceptando lo que nos sucede como algo que ha tocado vivir y que no nos puede cortar de cuajo nuestra vida, nuestra forma de ser. Perdonar es ante todo reconciliarme conmigo mismo para gozar del camino de la vida y de los que caminan conmigo.
Hay quien dice: "Perdono, pero no olvido", "Perdono, pero ya no seré el mismo". ¿Te das cuenta? Nuestra vida cambia. El perdón nos devuelve la vida, la libertad, nuestra esencia que nos permite simplemente ser lo que somos en sí: Amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario