Gracias mamá. Acabas de dejarnos. Y nos dejas con una vida en las que tus manos se van llenas de amor. Poco antes de decirnos "adiós" encontraba casualmente entre tus cajones la columna vertebral de lo que había sido tu vida. Una frase de San Agustín escrita por ti a mano que decía
Vivir amando
amar sufriendo
sufriendo en silencio
pero siempre sonriendo.
Has dejado claro que el amor ha sido el eje de tu vida, lo que le ha dado sentido a ella. Has seguido los pasos del gran Maestro, Jesucristo. Seguías a pies juntillas las palabras de la cación Cristo te necesita para amar. Al que no te saludaba, le dabas amor.Al que sufría y al triste, le dabas amor. Al que venía de lejos, también le dabas amor. A los que no pensaban como tu, les dabas amor. Dabas de lo que había en ti, de lo que Alguien colocó en tu vida nada más nacer y de lo que fuiste mamando a través de la vida: amor.
Pero el amor no está exento de sufrimiento, es más, te lleva a padecer con otros. Has sido sensible al dolor que veías, has sido solidaria con el que sufría y has tendido la mano al que necesitaba. El amor te ha llevado a sufrir, a tender que comprender que no todos somos iguales y que no todos somos perfectos, y que en la diferencia y en la imperfección hay un hueco para el amor y para el respeto.
Has caminado por la vida en los momento buenos y malos, y eres de las personas que, al mal tiempo, han puesto buena cara. Es la buena cara la que dabas, y el dolor el que guardabas. Te has identificado con el Gran Maestro, que callaba el dolor y evitaba llevárselo o transmitírselo a los demás.Preferías cargar tu sola con el dolor antes de hacer sufrir a los demás. Ha sido, precisamente hasta ayer, que te dormiste para ya no despertar, que esbozabas cara de sorpresa y una gran sonrisa cada vez que alguien llegaba a tu lado. Tu lo pasabas mal pero, sobre todo, cuando veías que tu vida, tu dolor y tus limitaciones podían ser una carga para los demás. Y en silencio lo llevaba, y en silencio nada exigías. Y ese silencio te hizo merecedora de todo el amor que has podido recibir.
Sufriendo, pero siempre sonriendo, porque sonriendo se aplacaba el dolor, y sonriendo compartías aquello que siempre ha guiado tu vida: El Amor que has sentido y vivido por parte de Dios. Gracias por habérnoslo ofrecido a todos nosotros. Gracias mamá.
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