Dice Jesús que el Reino de los Cielos se parece a la más pequeña de todas las semillas: la del grano de mostaza, que cuando crece se convierte en el más grande de los árboles y todas las aves vienen a cobijarse en él.
La verdad es que todos tenemos una semilla, que a veces puede parecer insignificante, a la que no le damos importancia y que incluso puede formar parte de nuestra baja autoestima. No le damos importancia, pero seguro que si la desarrollamos hace que de sentido, no solo a nuestras vidas, sino a la de otros muchos que viven a nuestro alrededor y que vienen a cobijarse bajo nuestra sombra.
Todos tenemos un aspecto de nuestra personalidad que atrae a otros, que les da paz y seguridad y que tal vez no somos conscientes de ello y que no desarrollamos suficientemente de tal manera que nos haga crecer a nivel personal y ayude a otros muchos que puedan beneficiarse de nuestra riqueza interior.
Son pequeños detalles que son capaces de llenar el más grande de los silencios, acompañar en las más grandes de las soledades o animar en lo muchos momentos de desánimo. Son pequeños aspectos personales que levantan ánimos y producen sonrisas o despiertan esperanzas. Tan solo tenemos que estar abiertos a esos pequeños detalles que otros ven en nosotros y aprecian, pero que nosotros no llegamos a valorar.
¿Te has preguntado alguna vez por todo eso que valoran otros en ti y que tu no eres capaz de valorar o apreciar?
¿Te has parado a pensar en lo que hace que otros se acerquen a ti?
¿Has llegado a observar los momentos es que has despertado esperanza, vida, alegría y ganas de vivir en otros?
Son esos pequeños granos de mostaza lo que hacen posible que la vida sea un Reino de los Cielos para otros.
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