Ahí estaban los dos en plena sala de espera. Y mientras esperaban su turno una conversación en la que se debatía sobre el trabajo en sí versus la motivación externa con la que muchas veces se nos motiva. Una motivación que a veces viene dada con un premio de ascenso en un puesto de trabajo, otras con una remuneración en forma de regalo o económica. Hay casos en los que el premio es el mero reconocimiento por parte de los demás.
Una de las personas abogaba por la no necesidad de todo este tipo de reconocimientos. La otra hacía hincapié en la importancia de los estímulos. Al fin y al cabo la motivación no deja de ser un estimulo. ¿El deber por el deber o darle sentido al deber?
Se me antojaba que el deber por el deber carecía de sentido y se había quedado obsoleto en nuestras vidas. Al mismo tiempo la motivación le daba, por el contrario, un aliciente a la vida, algo tan necesario como la superación de retos, la consecución de metas, el logro de objetivos, el crecimiento personal y la autosuperacion.
Las cosas pierden interés cuando no encuentras el sentido de ellas.
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