Estaba justo en la cama de al lado. Su pierna completamente llena de llagas infectadas; su dolor lo suficientemente grande para que se tirara de los pelos sin piedad; su impotencia le llevaba, en medio de llantos, a implorar la ayuda de su madre, una madre que ya no estaba con ella. Su dolor llegaba a mi a través de dos cauces, el que veía en ella y el que podía llegar a ver en mi madre con su estado de salud un tanto crítico que está padeciendo.
Mi primera reacción, para ayudarla a ella y evitar que mi madre se viera afectada, fue invitarla a tener paciencia, a esperar con ilusión a que cesara el dolor. A medida que hablaba, ella más nerviosa se ponía, más expresaba su dolor y mayor era mi preocupación.
De repente le pregunté: Josefa, ¿en qué ha trabajado usted en la vida?
Ella sorprendida giró su cabeza hacia mi. Su mirada expresaba sorpresa. Un tono de desconcierto hizo que sus palabras se convirtieran en silencio y que, por unos breves instantes, su cuerpo dejara ver toda una duda que la abrazaba emocionalmente.
En la huerta de mi casa, contestó. He trabajado en la huerta de mi casa, prosiguió ella con cara de dolor. He sembrado patatas, lechugas. Tenía alguna vaca y algún cerdo, añadió. Gallinas que daban unos huevos bien amarillos, que mi consuegra dice que esos si son huevos de verdad. Y no utilizaba fertilizantes de esos nuevos que hay ahora. Abono natural, abono de los cerdos, de las vacas. Comida de calidad, sugirió ella.
Un buen rato estuvimos hablando. Una y otra pregunta iba y venía para saber algo de aquello que durante su vida había repercutido en ella de forma feliz y favorable. Largos minutos hablando mientras que mi madre observaba, escuchaba y seguía con su mirada en medio de su situación personal.
El llanto y el dolor se vieron apaciguados por una tranquila conversación que rescataba del baúl de los recuerdos situaciones de placer, de realización y de propio reconocimiento que uno va dando a su propia vida.
Al final le dije: Gracias, Josefa. Hace un rato sentía dolor, hemos hablado de cosas agradables e importantes para usted y, a medida que usted iba recordando y reviviendo esos momentos de su vida, ha dejado aparcado el dolor.
¡Que importante en enfocarnos en la vida! pensé. Si me enfoco en el dolor y la impotencia...., es lo que expreso. Si lo hago en el placer...., es lo que siento y transmito a la vez.
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