“El único temor que me gustaría
que sintieras frente a un cambio
es el de ser incapaz de cambiar con él”
(Jorge Bucay)
O te adaptas o te mueres. La misma teoría de la evolución nos hace saber que las especies evolucionan o desaparecen. Las especies han tenido que adaptar sus miembros a las necesidades del momento y han desarrollado sus extremidades u otras partes del cuerpo de acuerdo a las necesidades fisiológicas que podían tener en el momento. ¿Por qué, pues, unos nos adaptamos y otros no? ¿Qué hace que unos entendamos las circunstancias que nos tocan vivir, las sintamos como una llamada a crecer, a evolucionar o a dar una respuesta y otros, en cambio, la vean como una razón para la queja, el llanto o el victimísmo?
La capacidad de cambio, el valorar las situaciones como posibles puntos de partida para enriquecer la propia vida, el ver oportunidades donde nadie las ve y sentir que la dificultad y el obstáculo son una parte del juego de la vida, da un toque de sabor a lo que somos y a lo que podemos y tenemos que aportar a la vida.
En el día de hoy hablaba con una persona que me decía, que en tiempo de crisis, estaba pensando en volver a ir a comprar a Barcelona coches en buen estado a un precio asequible, conducirlos hasta Cádiz, meterlos en el barco hasta Canarias y revenderlos aquí a un precio en el que podía darle para vivir al menos por uno o dos meses.
Tranquilidad, imaginación, búsqueda, investigación y sentido del reto como propio crecimiento de la vida es lo que nos lleva a algo tan importante como la confianza en uno mismo, confianza de querer y de poder cambiar, confianza en la seguridad de poder adaptarse a los cambio, confianza de que somos seres que crecemos en la medida en que aprendemos a adaptarnos y a crecer mediante dicha adaptación.
Desde que nacemos, crecemos, hasta que nos vamos, sin dejar de crecer.
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