Entre lo mucho que hablamos distinguimos entre la actitud ganadora y la actitud dubitativa con la que enfrentamos las situaciones. La duda deja la puerta entreabierta al fracaso. Entrar dudando, aunque se crea en las posibilidades, nos hace entrar con ciertas reservas en el objetivo a conseguir.
Lo primero y esencial es creernos que podemos alcanzar lo que queremos.
Lo segundo es comenzar a vivir física y mentalmente como si ya hubiéramos conseguido el objetivo.
Y lo tercero es saborear el trabajo triunfador que estamos desarrollando.
La duda nos hace mirar hacia dos lados, y eso nos debilita. La gran suerte entre David y Goliat, para David lógicamente, es que se lo creyó y que con esa creencia se lanzó. A nuestro alrededor hay muchos pequeños David que han creído en si mismos, que Hab confiado en ellos mismos y que se han lanzado, confiando en esta confianza y creencia, a la búsqueda de sus ilusiones. Y cuando los demás los veían con ojos incrédulos ellos se dedicaban a saborear las hieles de sus logros y victorias.
Lo determinante es la actitud.
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