Resulta curioso como muchas veces nos vemos enfrascados en trabajos o situaciones que nos absorben por completo y donde el tiempo parece no pasar. Nos identificamos plenamente con ellas y la creatividad parece ser mucho mayor. Pasamos, de repente, a tener que ejercer nuestro trabajo cotidiano remunerado, nuestras tareas cotidianas de las que difícilmente podemos escaparnos y parece que el tiempo no transcurre y que cargamos con un peso abrumador en nuestras espaldas. Deseamos liberarnos de la gran carga y nos falta esa sonrisa en la cara que manifiesta que nuestra propia realización anda un tanto lejos de nosotros.
¿Qué sucedería si de verdad nos dedicáramos a lo que realmente queremos, a los que nos hace sentir bien y en lo que nos sentimos realizados? Hace unos días escuchaba a alguien decir que no se imaginaba a Einstein dedicándose a trabajar en un restaurante ni a Bethowen a practicar ciclismo. De haberlo hecho así uno no hubiera llegado a descubrir para la humanidad grandes teorías y avances científicos, ni otro hubiera podido ofrecer sus grandes sinfonias. Solo aquello en lo que sentimos pasión genera creatividad y riqueza en nosotros y para los demás.
Por lo motivos que sean hoy nos vemos abocados a vivir no como nosotros queremos, sino como muchas veces se espera de nosotros, o como no nos queda más remedio que vivir. ¿Qué pasaría si recuperáramos nuestra propia identidad y nos lanzarmos a vivir plenamente? ¿Qué nos frena o condiciona? ¿Merece la pena el precio que pagamos por no hacer o vivir como nosotros queremos?
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