27/7/10

Excusas no, gracias.



Algo que nos impide ser efectivos en la consecución de nuestros objetivos y deseos es el nivel de excusas que nos ponemos constantemente. Si te fijas tendemos poner "peros" a todo, o un "es que...", por no decir la cantidad de "no puedos".

Párate un momento y analizalo en tu propia vida. ¿Qué excusas te has puesto a la hora de cumplir un objetivo que te encantaría alcanzar? ¿Que te ha impedido alcanzarlo?

Ponemos excusas de tipo físico, pero si vemos a personajes como Nick, Tony Meléndez, Adriana o tantos y tantos que han vencido obstáculos totalmente inverosímiles para nuestra mente humana, nos daremos cuenta que no hay lugar para las escusas de este tipo. En los juegos Paralimpicoa, que por desgracia no tienen tanta prensa, tenemos muchas respuestas a nuestras supuestas incapacidades.

Desde el punto de vista emocional nos encontramos más de lo mismo. Vivimos bajo apegos que nos quitan toda nuestra libertad interior, nos impiden romper con sentimientos que se instalan en nuestras vidas y nos impiden crecer, desarrollar cantidad de cualidades y valores intentando proteger ese espacio que no queremos perder y que, a la larga, acabamos perdiendo con muchas más cosas y personas. ¿Que sentimientos nobles o no te han paralizado en ocasiones en tu vida? Echa cuenta de ello y repasa ese mundo emocional y mira en que te ha frenado. Miedos, orgullos, rencores, resentimientos... Y un largo etc. de situaciones.

Otro tipo de excusas recala en las tradiciones familiares, no sólo desde el punto de vista de usos y costumbres, sino también desde experiencias vividas que nos tienen atados y traumatizados. Parece que estamos determinados por nuestro pasado psicológico, familiar o genético al punto de que lo damos como algo que no podemos cambiar. Pero hay experiencias humanas suficientes que no hablan de traumas que se quedan atrás en el olvido superadas por la fuerza de la motivación y del sentido de la vida que uno quiere dar a su propia vida.

Hay un querer alcanzar y conseguir objetivos que camina a la par con un no querer que se aferra a la seguridad de lo malo conocido que lo bueno por conocer o la comodidad de la ley del mínimo esfuerzo.
Sólo y cuando uno se siente dueño y responsable de su propia vida, y cuando ésta tiene un sentido concreto, profundo e irrevocable es cuando dejan de existir las excusas para dar paso a sentirse dueño de la propia vida y responsable del propio destino y de la propia suerte. Es cuando alcanzamos a comprender que la vida, mi propia vida, tan sólo a mi me pertenece dirigirla.

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