Siempre me ha llamado la atención el agua y la profunda relación que puede tener con la vida del ser humano en cuanto a la actitud frente a la vida y a la toma de decisiones.
Recuerdo que cuando vivia en Mexico habían cambiado el curso del rio y que cuando llegaron las lluvias de nada sirvió la mano del hombre porque el agua buscó su curso natural. El volumen y la fuerza del agua hicieron añicos las construcciones de la mano del hombre. Años después y año tras otro ves como ocurre lo mismo en cualquier parte del mundo.
El agua busca salida a toda la energía que tiene. Podemos detenerlas en presas, pero cuando llueve y llueve hay que soltar agua en cantidades considerables, los cauces se hacen pequeños. Hay momentos en los que los rios se desbordan, hacen nuevos cauces, destruyen unas zonas y curiosamente dan vida a otras.
¿Por qué lo relaciono con nuestra vida? Porque muchas veces tenemos mucho caudal dentro de nosotros, positivo o negativo, pero caudal que a veces retenemos y que se resiste a estar dentro de nosotros como si de una laguna o pantano se tratara. Hay momentos en los que toda la vida que hay dentro de nosotros quiere tomar una forma diferente y se desborda a través de las diferentes emociones. Tal vez nuestra misión sea la de intentar dejar salir las emociones de forma equilibrada como si de un embalsae se tratara, pero a veces la vida nos desborda y nos invita a abrir nuevos cauces, a bordear nuevas rutas, a volver a los orígenes o explorar, como he dicho, nuevos cauces.
El agua estancada tal vez sea buena y bonita para ciertos momentos de la vida, pero para otras no. La vida es movimiento y búsqueda.
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