Ayer tuve ocasión de volver a hablar, y después de unos veinte años, con grandes amigos que había dejado al otro lado del Atlántico, de los que había perdido la pista y que gracias a la magia de internet vuelves a saber de ellos de forma fortuita. Cuelgas el teléfono y en tu cuerpo se quedan cantidad de emociones, sentimientos y experiencias que te hacen sentirte con las pilas cargadas y con ganas de volver a vivir experiencias del mismo estilo y con la misma intensidad.
Las personas que han dejado huella en nuestras vidas, un padre, una madre, un hermano, un amigo, un profe, un médico o un simple vecino, han dejado huella por dos motivos: Por un lado nos han dejado un legado importante, su propia vida, pero una vida que, por otra parte, han despertado en cada uno de nosotros valores, experiencias, pasos que hemos tenido que dar, situaciones que hemos tenido que vivir. Por una parte nos han mostrado una vida, pero por otra nos han permitido despertar en nosotros una serie de cualidades y valores que estaban adormecidas en cada uno de nosotros.
Sería interesante hacer una mapa, una lista de las personas que han dejado una huella en nuestra vida y, con esa misma lista, ir anotando por un lado lo que nos han enseñado y, por otra y tal vez más importante, aquello que han despertado y hecho desarrollar en cada uno de nosotros. Retrocediendo, reviviendo y actualizando estas experiencias no solo cargaremos nuestras pilas, sino que nos haremos conscientes de valores que llevamos dentro y que merecen la pena ser despertados; de herramientas que hemos utilizado en nuestras vidas anteriormente y que ahora se encuentran aparcadas en algún rincón recóndito de nuestra vida. Y por ultimo tendremos la oportunidad de ser agradecidos a la vida, a esas personas estén o no a nuestro lado y a lo que la vida nos quiere mostrar a través de todo aquel que se pone a nuestro lado.
¿Volvemos atrás por momentos y celebramos lo aprendido junto con quien nos ha hecho aprender? ¿Por qué no?
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