Un viajero pidió asilo en un lejano reino. La cámara real tenía mil sillas vacías alrededor del trono.
- Siéntate en la silla adecuada y dejaré que permanezcas en mi reino -, le dijo el monarca mientras se levantaba de su trono y abandonaba la estancia.
Cuando el rey entró de nuevo en la sala, observó que el joven viajero se había sentado en el trono.
- Excelente, chico -, dijo riendo alegremente. – Puedes quedarte.
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Me llama la atención esta pequeña y breve historia. Siempre surge la pregunta, ¿Qué silla ocuparía yo? Probablemente hubiera escogida otra que considerara mucho más acorde, no a mis expectativas, sino a las del Rey.
Puede ocurrir también que creamos que nos merecemos lo mejor y por no dar la nota o que nos releguen a un segundo puesto escojamos lo que no nos merezcamos o deseemos.
¿Por qué no escoger, como el viajero, lo que realmente queremos, deseamos y con lo que nos sentimos identificados?
Las limitaciones están siempre en nuestra mente.
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