Si tuviéramos que elegir entre la fuerza y el poder, ¿qué elegiríamos? ¿Y si tuviéramos que elegir entre dominar a los demás y dominarnos a nosotros mismos?
Cuando miramos hacia nuestro alrededor podemos observar a muchas personas que se arman de fuerza para dominar a los demás.
Desde un punto de vista político lo hacen para dominar y prevalecer sobre los demás. Muchas veces a costa de la propia ignorancia y a sabiendas de no le están haciendo un gran favor al pueblo. Hay casos donde se puede palpar la miseria humana, la falta de libertad de los derechos fundamentales de expresión o incluso de poder decidir. La fuerza del poder en forma de coacción en detrimento del pueblo son una realidad. La pobreza del poder se impone sobre la riqueza del pueblo. ¿Será para tapar las propias miserias y complejos que uno tiene? ¿Será para esconderse detrás de una absurda riqueza material que niega la propia riqueza personal?
Desde el punto de las relaciones meramente humanas y sociales vemos también la misma lucha en forma de rivalidades que llevan muchas veces hasta la muerte. Luchas de genero entre hombres y mujeres, luchas entre partidos políticos donde lo importante es la descalificación y la llegada al poder antes que soluciones reales a los asuntos que preocupan al pueblo.
Pero el poder del que menos se habla es del poder que uno mismo tiene que realizan dentro de sí mismo para no ser esclavo de sus propias palabras, de sus propios sentimientos, de sus propias actitudes.
Tendemos a culpabilizar a los demás y a someterlos a lo que pensamos, queremos y deseamos. ¿Y nosotros? ¿Somos capaces de exigirnos y de controlarnos a nosotros mismos?
La gran fuerza que tenemos y poseemos es la del autocontrol, porque nos mantendrá firmes en lo que queremos y deseamos.
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