El único sobreviviente de un naufragio fue visto sobre una pequeña isla inhabitada. El estaba orando fervientemente, pidiendo a Dios que lo rescatara, y todos los días revisaba el horizonte buscando ayuda, pero esta nunca llegaba.
Cansado, eventualmente empezó a construir una pequeña cabañita para protegerse, y proteger sus pocas posesiones.
Pero entonces un día, después de andar buscando comida, regresó y encontró la pequeña choza en llamas, el humo subía hacia el cielo.
Lo peor que había pasado, es que todas las cosas las había perdido.
El estaba confundido y enojado con Dios y llorando le decía "Cómo pudiste hacerme esto?"
Y se quedó dormido sobre la arena.
Temprano de la mañana del siguiente día, el escuchó asombrado el sonido de un barco que se acercaba a la isla. Venían a rescatarlo, y les preguntó:
¿Como sabían que yo estaba aquí?
Y sus rescatadores le contestaron... "Vimos las señales de humo que nos hiciste... "
No deja de ser curiosa la historia. Me vino rápidamente a la mente el refrán de "no hay mal que por bien no venga", o del dicho que tanto se utiliza en estos días de que "nada sucede por casualidad".
Tenemos la gran costumbre de querer entender las cosas al momento, pero no siempre es posible. ¿Es una premeditación de la naturaleza? No creo. Unas veces las cosas suceden por casualidad, pero otras como consecuencia de situaciones que nos han obligado a reaccionar de una u otra manera.
Solemos encerrarnos en nuestras propias ideas, experiencia y creencias. Ello no nos permite estar abiertos a la cantidad de ofertas que nos da la vida a diario. La seguridad hace que no salgamos de la zona de confort en la que vivimos instalados y conozcamos un mundo diferente.
Situaciones traumáticas como la del naufrago que llega a perder lo poco que tiene puede ser una tragedia para él, pero una señal para los que ven los resultados de esa tragedia.
Vivimos situaciones convulsas en la vida, las vemos como algo que vienen en contra nuestra y a hacernos daño. No quejamos y lamentamos, nos llegamos a sentir víctimas y en el peor de los casos llegamos a perder nuestra autoestima. Son momentos en la vida en los que hay que pararse y hacerse una pregunta: ¿Y ahora qué? El "qué" deja abierta la pregunta y la situación a un mundo de posibilidades, de señales de humo que pueden servirnos a nosotros mismos o a otros para aportar algo a cada situación.
Ante las situaciones de la vida que no nos gustan o no encajan dentro de nuestras expectativas siempre cabe aportar la creatividad de cada uno de nosotros, y la actitud positiva, que es lo fundamental.
Tenemos la gran costumbre de querer entender las cosas al momento, pero no siempre es posible. ¿Es una premeditación de la naturaleza? No creo. Unas veces las cosas suceden por casualidad, pero otras como consecuencia de situaciones que nos han obligado a reaccionar de una u otra manera.
Solemos encerrarnos en nuestras propias ideas, experiencia y creencias. Ello no nos permite estar abiertos a la cantidad de ofertas que nos da la vida a diario. La seguridad hace que no salgamos de la zona de confort en la que vivimos instalados y conozcamos un mundo diferente.
Situaciones traumáticas como la del naufrago que llega a perder lo poco que tiene puede ser una tragedia para él, pero una señal para los que ven los resultados de esa tragedia.
Vivimos situaciones convulsas en la vida, las vemos como algo que vienen en contra nuestra y a hacernos daño. No quejamos y lamentamos, nos llegamos a sentir víctimas y en el peor de los casos llegamos a perder nuestra autoestima. Son momentos en la vida en los que hay que pararse y hacerse una pregunta: ¿Y ahora qué? El "qué" deja abierta la pregunta y la situación a un mundo de posibilidades, de señales de humo que pueden servirnos a nosotros mismos o a otros para aportar algo a cada situación.
Ante las situaciones de la vida que no nos gustan o no encajan dentro de nuestras expectativas siempre cabe aportar la creatividad de cada uno de nosotros, y la actitud positiva, que es lo fundamental.
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