Y como era previsto llegó el día de los Reyes Magos. Hubo quien a las 4 de la mañana despertó y no pudo conciliar el sueño hasta que llegó la hora de despertar a los padres y abrir los juguetes. Fueron dos horas de larga espera en las que la mente divagaba de un juguete a otro y preguntándose cual de ellos sería el que los Reyes le habían traído. Y eso que ya sabía de buena mano quienes eran esos Reyes Magos.
La ilusión no estaba en quienes eran los protagonistas, sino en lo que podían traer. La ilusión que después haría que fueran de un lugar a otro cargando con lo más representativo de lo que habían recibido. Tocaba no solamente estrenar sino también mostrar las ilusiones hechas realidad.
Salías a la calle y veías a unos con sus bicicletas nuevas, o otros con sus patinetas eléctricas. Niñas llevaban con su instinto maternal a sus nuevas hijas en sus brazos a las que les daban de comer o les calmaban el llanto. Los sueños se convertían en realidad y se desarrollaban y practicaban durante el día que transcurría en medio de un cansancio, por la falta de sueño, que apenas se notaba en los niños ni en los no tan niños, los mayores.
Y en la noche llegabas hasta el contenedor y o veías cargado hasta arriba de cartones de cajas, de papeles y bolsas de regalo. Te parabas frente a ello y te preguntabas: Y mañana.... ¿qué? Los Reyes no vendrían hasta el año que viene. A pesar de que quedaban los cambios y devoluciones pertinentes, ¿mañana qué?
Era hora de seguir soñando y de seguir planteándose nuevos retos, nuevas ilusiones con los que alimentar cada día y cada momento de nuestra vida. Tal vez algunos comiencen a soñar con bajar los kilos de más ganados durante estas fiestas, pero esos sueños duran una o dos horas al día. El resto del tiempo tenemos que vivir, trabajar, seguir viviendo en familia y topándonos con todos los compañeros de trabajo o con las realidades sociales y políticas de cada día, con la situación de inestabilidad laboral. familiar, social o personal con la que cada uno tiene que caminar día a día.
Volvemos a la realidad. Alguien diría que a la cruda realidad. ¿Y si convirtiéramos esa realidad, por dura que fuera, en una ilusión, en una meta, en una aventura diaria a vivir de forma diferente, creativa y que nos ayudara a alcanzar los sueños que hay tras ellas, sueños de auto realización personal? Me hace recordar a la película La Vida es Bella donde un campamento de refugiados, algo trágico, se convierte en un juego para darle sentido a la vida de un niño?
Volvemos al día a día, a nuestra realidad. Ojalá que no caigamos en la apatía de la rutina diaria, sino que la rutina sea el acicate que nos invita a soñar y a ir más lejos en nuestras propias ilusiones, intentando alcanzarla y ayudando a los demás a conseguirlas también.
Y por cierto, ¿las tengo? ¿cuáles son? ¿qué pasos voy a dar cada día para conseguirlas?
Ahora nos toca a nosotros ser niños, en busca de nuestra propia ilusión para poder seguir ilusionando a los demás.
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