Había una vez en el lejano Oriente un hombre considerado muy sabio. Un joven viajero decidió visitarle para aprender de él.
-Maestro, me gustaría saber cómo llegar a ser tan sabio como usted...
-Es realmente sencillo, -le dijo- yo solo me dedico a descubrir perlas de sabiduría. ¿Ves aquel gran baúl de perlas?
-Sí.
-Son todas las que he acumulado durante mi vida.
-Sí pero... ¿dónde puedo encontrarlas?
-Están en todas partes. Es cuestión de aprender a discernirlas. La sabiduría siempre está preparada para quien esté dispuesto a tomarla. Es como una planta que nace dentro del hombre, evoluciona dentro de él, se nutre de otros hombres y da frutos que alimentan a otros hombres.
-Aaahhhhh, ya, ya.... Lo que me está diciendo es que tengo que ir descubriendo lo que hay de sabio en cada persona para crear mi propia sabiduría y compartirla con los demás...
En aquel momento, las palabras de aquel joven parecía como si se fueran formando una pequeña nube de vapor de agua que se condensaba hasta solidificarse en una pequeña perla.
Inmediatamente el maestro la recogió para ponerla junto al resto de perlas.
El maestro le dijo:
-Realmente, mi única sabiduría es recopilar estas perlas para después saber utilizarlas en el momento oportuno.
Aprender de los demás.
Dicen que Dios nos dio dos orejas, dos ojos y una boca y que el motivo era para observar y escuchar más de lo que podemos hablar. La etapa más temprana de nuestra vida consiste precisamente en eso, en absorber como esponjas todo lo que la vida y los demás nos van enseñando.
Decimos también que los niños parecen estar ensimismados en su juegos y que no se enteran de nada, y cuando menos nos lo pensamos nos vienen con preguntas que nos ponen entre la espada y la pared al darnos a saber que tienen un sentido del oído y de la percepción grandísima.
Si queremos llegar a algún sitio en la vida el primer paso es aprender a observar lo que han hecho otros que ya han llegado ahí. Son las pequeñas perlas de sabiduría que vamos dejando a través de nuestra vida.
Ver, oír y callar.
Tal vez sea el principio de la sabiduría. Ver y oír se enfocan en aprender de fuera. Callar ya es una actitud que nos lleva a pensar, reflexionar, investigar y a respetar. Son las actitudes que nos permiten aprender de los demás. Estar abiertos a la riqueza que cada uno lleva y aporta de sí mismo.
Al respecto hay un pequeño cuento oriental que nos invita de forma clara a ello:
Hace mucho tiempo un joven muchacho, deseoso de aprender nuevos conocimientos, acudió al viejo maestro con la esperanza de que lo tomase como discípulo.
El viejo sabio tras escuchar las palabras del muchacho, decidió aceptarlo como alumno y enseñarle todos sus conocimientos.
“Muchacho, ven mañana al despuntar el alba y recibirás tu primera enseñanza”.
Y así lo hizo el muchacho. En cuanto el sol empezó a asomarse por el horizonte, el joven discípulo se presentó en la casa de su maestro.
“Ven muchacho”, le dijo el joven sabio. “Tomemos una taza de té”.
Puso delante del joven una taza y empezó a servir el té . Sin embargo, en vez de pararse cuando la taza estaba llena, siguió vertiendo el líquido hasta que la tetera quedó completamente vacía.
El muchacho se quedó sorprendido ante la situación que acaba de ver, pero por respeto a su maestro no quiso decirle nada.
“Por hoy ya hemos acabado”, le dijo el maestro. “Ya puedes volver a tu casa. Mañana te espero a la misma hora que canta el gallo”.
Al día siguiente el joven discípulo se presentó en casa de su maestro con la ilusión de que ese día empezasen las enseñanzas.
Sin embargo el viejo le sentó de nuevo a la mesa y le puso la taza de té delante llenándola hasta que la tetera quedó completamente vacía.
Y así pasó un mes. Un día, el joven alumno reunió fuerzas y se animó a preguntarle al maestro cuándo empezarían las enseñanzas.
“Muchacho”, le dijo el sabio. Hace un mes que empezamos con las lecciones.
“¿Cómo es posible?”, preguntó el joven. “Desde hace un mes lo único que hago es sentarme y ver como se derrama el té de la taza”.
“Al igual que la taza, estás lleno de opiniones y especulaciones. ¿Cómo vas a aprender si no empiezas por vaciar tu taza?”, respondió el viejo sabio.
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