Un padre comentaba a la salida del colegio en el corro que solemos hacer que a los niños hay que saber dejarlos caer para que aprendan a levantarse. Ciertamente es una verdad como un templo. Muchas veces confundimos el amor con el proteccionismo sin saber que al proteger tanto a las personas, no solamente a los niños, lo que hacemos es crear inseguridad en ellas y sobre todo que el día que tengan que levantarse de las caídas de la vida les sea mucho más duro pues no se nos ha educado en ello.
Hemos oído cantidad de veces a personas mayores decir que no quieren que sus hijos pasen por lo que ellos han pasado. La verdad es que la historia, la madurez, el crecimiento personal de cada persona es fruto de la experiencia y del dolor que muchas veces conlleva ésta.
La experiencia enriquece, pero al mismo tiempo te va quemando porque va exigiendo de ti nuevas respuestas, nuevas actitudes, nuevas adaptaciones y un sin fin de lecciones que día a día la vida nos da.
No hay crecimiento sin dolor. Hasta los humanos nacemos sufriendo, sufriendo la madre que empuja y sufriendo el bebé que intenta salir. Y la primera experiencia es el llanto, señal de vida.
Es por eso que cuando nos sentimos quemados porque la vida nos exige no debemos de olvidar que la vida nos está enriqueciendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario