Recuerdo la primera vez que salí de casa a estudiar fuera. Tenía tan sólo 17 años. El espíritu juvenil me llevaba a ir en búsqueda de mi ideal en la vida. Dejaba la casa de mis padres donde vivía de forma bastante cómoda para ingresar en el seminario. Reconozco que no me costó. Años más tardes cuando tuve que afrontar otros cambios, como cuando fui a estudiar a Chicago, donde tenía que enfrentarme a un gran reto en el que siempre tuve grandes dificultades, como era el inglés, la cosa ya se ponía un poco diferente pues iba a un sitio que yo mismo había elegido pero que estaba a muchas horas de mi país de origen. Y cuando tuve que enfrentar mi nueva aventura en México tengo que reconocer que sentía miedo en el cuerpo. Iba a una zona totalmente nueva para mí, tal y como era la zona indígena de Oaxaca en un entorno donde la mayoría de la población ni siquiera hablaba el español, mi lengua materna.
Lo más duro de todos los procesos de cambio no es lo que afrontas, sino lo que dejas. Miras atrás y dejas un mundo de ciertas comodidades tanto a nivel material como a nivel afectivo. Y lo pero de todo es que tendemos a fijar nuestra mente más en lo que dejamos que en aquello que elegimos. Lo mismo le pasaba al pueblo de Israel que en su particular éxodo echaban en falta las cebollas de Egipto que representaban cierta comodidad en medio de su falta de libertad y de esclavitud.
Cuando te das cuenta de que la llave del éxito está en lo que eliges y no en lo que dejas todo empieza a cambiar. Lo que eliges comienza a ser un reto, una aventura, una meta por la que luchas y tu mente está encauzada y enfocada en ello. Lo que dejas comienza a dejar de ser tan importante y tu vida comienza a abrirse a aquello en lo que estás enfocado y es cuando empiezas a ver claro. Mientras lo que dejas oscurece tu mente, lo que persigues la abre a la nueva realidad y te lleva a un mayor crecimiento y a enriquecer tu vida de una manera que jamás te imaginabas.
El cambio siempre es duro, pero cuando te abres a él te enriquece y hace que desarrolles aspectos de tu vida que jamás imaginarías. Y todo por una sola actitud: enfocarse en lo que se quiere y no en lo que te frena, ata o condiciona.
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