El monje furioso- Cuento popular chino
Dos monjes zen iban cruzando un río. Habian salido de viaje con las sabias advertencias de su maestro. “La mujer es simbolo de pecado no debeis tener trato con ellas y mucho menos dejaros engañar por sus encantos”
De pronto e encontraron con una mujer muy joven y hermosa a la cual habian asaltado unos ladrones dejandola desnunda y malherida en la orilla del rio.
Así que un monje la subió sobre sus hombros y la llevó hasta su casa donde sus familiares lloraron y agradecieron su ayuda..
El otro monje estaba furioso. No dijo nada pero hervía por dentro. Eso estaba prohibido.
Un monje budista no debía tocar una mujer y este monje no sólo la había tocado, sino que la había llevado sobre los hombros.
Recorrieron varias leguas. Cuando llegaron al monasterio, mientras entraban, el monje que estaba enojado se volvió hacia el otro y le dijo:
-Tendré que decírselo al maestro. Tendré que informar acerca de esto. Está prohibido.
-¿De que estás hablando? ¿Qué está prohibido? -le dijo el otro.
-¿Te has olvidado? Llevaste a esa hermosa mujer desnuda sobre tus hombros -dijo el que estaba enojado.
El otro monje se rió y luego dijo:
-Sí, yo la llevé. Pero la dejé en el río, muchas leguas atrás. Tú todavía la estás cargando…
¿Te gusta esta historia? Uno aprende bastante de ella.
- Por una parte podemos ver como lo que unas personas consideran un problema para otras no lo es en absoluto.
- Mientras que unos ven una cosa en la realidad que viven otros deciden ver algo diferente. Es como vemos la realidad y como la interpretamos lo que nos enriquece o lo que nos hace daño.
- Hay quien vive el momento y se libera de él poco después, mientras que otros van arrastrándolo sin poder liberarse de él.
- Muchas veces vivimos el presente mientras que otras el pasado lo inunda y el futuro lo absorbe. ¡Qué difícil es vivir el aquí y el ahora!
Recuerdo que en una ocasión le pedí a una señora que sostuviera unos siete o diez libros en sus brazos. No le dije el tiempo que tenía que mantenerlos, pero que sí tuviera libertad de hacer lo que creyera oportuno.
Después de unos instantes comencé a observar un cierto cansancio y nerviosismo. No dije nada. Simplemente observaba sin decir nada. Hubo un momento en el que se desesperó y dejó caer los libros sobre la mesa con cierta delicadeza. La miré y le pregunté:
¿Por qué lo hiciste?
Ya no podía más, mes respondió ella.
¿Por qué no lo hiciste antes? volví a preguntar.
Se quedó callada sin poder responder....
Así es la vida, aguantamos hasta que nos cansamos y ya no podemos más. Llevamos en la mente cantidad de cosas que nos impiden vivir y saborear el camino de la vida. ¿Por qué no liberarse de tantas ataduras?
Es nuestra responsabilidad y nuestra decisión caminar con tantas cosas absurdas o caminar ligeros de equipaje. Sólo hay que ser libres y soltar lastre.
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