Dice Mario Mario Rodriguez Pedrés en su libro "El árbol rojo de las ventas directas", que hay dos fuerzas que están entre nuestros sueños.
- Sueños inspiradores de placer. Son todos aquellos sueños que nos inspiran y motivan con base a lo que queremos o creemos que queremos.
- Sueños impulsores o de dolor. Lo que ya no queremos y que conocemos perfectamente.
Nuestras vidas se debaten entre esas dos fuerzas. Y como bien el cuento de la lucha interior entre dos lobos:
Una noche un anciano indio Cherokee le contó a su nieto la historia de una batalla que tiene lugar en el interior de cada persona. Le dijo: “Dentro de cada uno de nosotros hay una dura batalla entre dos lobos. Uno de ellos es un lobo malvado, violento, lleno de ira y agresividad. El otro es todo bondad, amor, alegría y compasión”. El nieto se quedó unos minutos pensando sobre lo que le había contado su abuelo y finalmente le preguntó: ”Dime abuelo, ¿cúal de los dos lobos ganará?”.Y el anciano indio respondió: “Aquél al que tu alimentes”
Esa es una realidad que se da dentro de cada uno de nosotros, una lucha interior en la que caemos muchas veces y en la que sin darnos cuenta sucumbimos en los sueños impulsores de dolor o de aquello que rechazamos y no queremos en nuestras vida.
¿Qué es lo que alimenta nuestra vida y nuestro espíritu? ¿Lo que queremos o lo que rechazamos? Curiosamente la mayor parte de las veces nos centramos en lo que no queremos y ello nos permite no avanzar hacia lo que queremos.
Los sueños inspiradores de placer son los que nos permiten avanzar. Imagínate o recuerda una de las etapas que todos los humanos pasamos de enamoramiento.
¿Cuál era nuestro objetivo? ¡Lo que queríamos!: el ser amado.
¿Qué hacíamos? Buscarlo constantemente o provocar los encuentros.
¿Y ante las dificultades? Mantener en mente lo que queríamos y buscar alternativas para conseguir el objeto o la persona deseada.
Era como un capricho. Algo que no salía de la mente. Representaba el norte de nuestra vida y la dirección a seguir. Motivaba cada uno de los pasos que dábamos y la imagen del ser amado nos acompañaba dondequiera que fuéramos. La meta permanecía constantemente en la mente y cada obstáculo era un reto a desafiar y cada logro nos hacía sentirnos bien con nosotros mismos y capaces de desafiar cualquier contratiempo. El objetivo estaba en la mente, era la motivación y era la fuerza que nos mantenía en el camino. Era la fuerza del amor.
Los sueños hay que amarlos, quererlos, desearlos, involucrarse en ellos, disfrutar del camino a recorrer en cada uno de ellos y sobre todo ver el sentido que ofrecen a nuestras vidas.
Son muchos los que sueñas, pero pocos los que vamos en busca del sueños. Muchos los que deseamos, pero pocos los que convertimos el deseo en un camino.
¿Cuáles son mis sueños en estos momentos?
¿Cuánta fuerza tienen ellos en mi vida?
¿Qué síntomas tengo de estar enamorado de mis sueños?
¿Qué hay dentro de mí que me dice que estoy realmente enamorado de ellos y en camino a alcanzarlos?
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