Los sentimientos son parte importante de nuestras vidas al punto de condicionarlas para bien o para mal. De nuestros sentimientos dependen en gran medida nuestra manera de estar presente en la vida, en nuestro trabajo, en nuestras relaciones. De nuestros sentimientos dependen que nos sintamos bien o mal y de que hagamos sentir bien o mal a otros.
El dilema siempre está en si los expresamos o no, o bien en la forma de expresarlo.
¿Los expresamos? ¿Por qué no? Son nuestros sentimientos y es la forma que tenemos de ver la vida y las relaciones de los demás.
Expresarlos nos dará, muy posiblemente, la posibilidad de recibir la reacción de los demás. Unas veces nos harán ver que nuestros sentimientos son normales y otras que nuestros sentimientos son meramente fruto de nuestra manera de pensar y de ver la vida, que muchas veces no concuerda con la realidad. Son impresiones muy subjetivas que tenemos, pero que nos condicionan a nivel interno y externo.
Interno porque nos hacen sentirnos como personas bien o mal con nosotros mismos. Externamente porque condiciona nuestra relación con los demás.
Pero el verdadero caballo de batalla es "la forma" en cómo expresamos nuestros sentimientos. Muchas veces los expresamos bien, como algo que sucede en nosotros evitando inmiscuir o culpabilizar a otros en la culpa de los sentimientos que tenemos.
Pero cabe la posibilidad de dejar ver a los demás nuestros sentimientos centrándonos en nosotros mismos. Somos nosotros los que los tenemos y no otras personas los que los han generado en nosotros. Es aquí donde abrimos la puerta a mostrarlos sin enjuiciar a nadie y de contrastar lo que pensamos con lo que realmente nos ha sucedido.
No expresar los sentimientos conlleva un desgaste total de nuestra vida. Sería como permitir que crecieran dentro de nosotros como si de una olla exprés se tratara. Hay que sacarlos afuera, de lo contrario estallaríamos como la olla que no tiene su válvula de salida.
Pero la salida tiene que ser como la de la olla a presión, tiene que tener una válvula que no haga daño a nadie, que respete los sentimientos de los demás.
El aprendizaje pasa por conectar más con el corazón para guardar un equilibrio entre lo que se piensa y lo que se siente.
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