Ciertamente el valor de la persona se mide no por lo que habla, sino por lo que tiene, puede y debe callarse, sobre todo cuando hay que sentarse y escuchar.
El gran defecto que muchas veces tenemos es que hablamos más de la cuenta. No escuchamos. Creemos estar en la posesión de la verdad.
La riqueza de las personas está en el intercambio, en el aprendizaje mutuo, en saber sumar en vez de restar o de dividir.
Tenemos dos orejas y una sola boca, para escuchar más de lo que hablamos.
Cuando escuchamos nos damos cuenta de que en la otra parte también hay sabiduría.
El valor es saber escuchar a su tiempo, y saber hablar al suyo. Es un intercambio recíproco donde hay enriquecimiento mutuo.
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