Hay actitudes en las que ante las adversidades nos venimos abajo. Comenzamos a mirar todo desde la incertidumbre, desde la negatividad y desde el pesimismo. Volcamos toda la responsabilidad a todo lo que nos rodea y nos olvidamos de algo muy importante: la madurez y la responsabilidad apuntan hacia uno mismo. La vida no depende de lo que otros hagan, sino de lo que nosotros optamos por hacer.
Y la madurez está precisamente en hacer lo que uno puede, con lo que uno tiene y en la situación en la que se encuentre. Es la actitud y la creatividad la que determina lo que uno va a hacer y lo que uno tiene que construir en su propia vida y en su propio entorno.
Lo importante es ser consciente de lo que uno es, de la situación en la que está y de lo que puede hacer desde esa realidad. Ver las dificultades no como obstáculos sino como retos y las propias cualidades y la imaginación como herramientas con las que uno cuenta son las principales talentos con los que uno cuenta de forma natural para vivir y afrontar la realidad.
¿Donde estoy? ¿Con qué cuento? ¿Qué quiero? ¿Cómo puedo conseguirlo?
Preguntas que me abren a lo que busco y no lamentaciones que me encierran en lo que sí puedo cambiar y que por lamentarme no lo hago.
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