1/5/14

Minuciosos



La vida es un tanto contradictoria. Muchas veces coincidía yo con ella en el supermercado. Siempre era lenta a la hora de comprar. Leía minuciosamente toda la información de aquello que iba a comprar. Quería saber si sus ingredientes podían ser perjudiciales para la salud. Se lo pregunté un día que me encontré con ella, uno de esos en los que tropiezan en el supermercado, se cruzan una sonrisa de disculpa y de repente se intercambian unas palabras.

Aquel día no hubo tropezón, pero si un cruce de miradas y un simple saludo. Yo, con mi aire curioso le dije: "Me llama la atención que mires minuciosamente toda la información de casi todos los productos". Ella sin más me dijo que había que protegerse en salud, que no podía echar en el cuerpo todo lo que se vendía. Hay muchos productos que pueden ser cancerígenos, me dijo ella.

Le sonreí y seguí sin más. Y tomé conciencia de sus palabras que me hicieron pensar sobre otras que me comentaban sus compañeros de trabajo que la tenían como una persona "exigente", "perfeccionista", de "carácter fuerte", que "saltaba siempre a la primera" y que tenía fama de "mal humor".

Es curioso como muchas veces alimentamos el cuerpo, bien sea desde la alimentación, desde la puesta en forma física, desde las formar y apariencias hacia el exterior y en cambio nos cuesta ser minuciosos a la hora de escoger nuestras ideas, nuestras actitudes, nuestras creencias y nuestros comportamientos cotidianos.

A veces la búsqueda de las formas externas son una mera responsabilidad hacia la misma vida, otras en cambio una manera de esconder las carencias que tenemos. Y como bien decimos "no solo de pan vive el hombre", sino que el espíritu que llevamos dentro y empieza muchas veces en nuestra cabeza, es el que nos hace sentir felices en la vida.

Minuciosos para unas cosas, y minuciosos para otras. Cuerpo y alma; mente y espíritu; vida y actitudes.



En una noche estrellada, un abuelo cherokee estaba enseñando a sus nietos sobre cómo debían orientar su vida, sobre cómo cada uno de nosotros construye, poco a poco, qué tipo de persona es. Les decía:
"Toda persona tiene siempre una dura pelea en su interior. Una lucha que hay también dentro de mí. Un combate terrible entre dos lobos.
Uno es malvado, iracundo, gritón, arrogante, falso, vanidoso, resentido, ladrón, con ese victimismo que nos hace sentir lástima de nosotros mismos y nos hace dejar de luchar. Ese lobo tiene miedo porque es inseguro, y encubre ese miedo con agresividad, mintiendo y atacando a traición.
El otro es bueno, pacífico, amoroso, sereno, humilde, generoso, compasivo, fiel, bondadoso, honesto, y tiene que luchar constantemente para sobrevivir y esforzarse en cada momento para crear espacios de paz, de libertad, de afecto, de comprensión.
Y esos dos lobos también están peleando dentro de vosotros ¿no los notáis?", concluyó el abuelo, mirándoles con atención. Los nietos se quedaron pensativos. Empezaron luego a hacer preguntas. Eran pequeñas cuestiones que confirmaban esa lucha interior que se produce ya desde la más tierna infancia en cualquier persona, y que conviene ayudar a reconocer y valorar cuanto antes. Al final, surgió la pregunta clave, la que, lógicamente, más inquietaba a los pequeños:
“Abuelo, es verdad que están los dos dentro de nosotros, pero, al final… ¿qué lobo ganará?”.


El anciano Cherokee simplemente les respondió: "El que yo alimente".

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