Ya lo decía Jesús: "Es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos". Creo que una de las cosas que impiden que seamos felices es esa: la avaricia, el deseo de poseer las cosas o incluso las personas.
Quien quiere acaparar es porque tiene esperanza que aquello que puede llegar a poseer pueda hacerle feliz, cuando la felicidad no está fuera sino dentro de nosotros. Y no nos hace feliz lo que tenemos, sino lo que hacemos con lo que tenemos.
Yo disfrutaba ver a los niños en México jugando con el neumático ya gastado de un camión. A veces se metían dentro de el y comenzaban a rodar dentro del neumático. Se lo pasaban en grande. Cuando observas a los niños ves que se ensimisman con cualquier tontería. Cuando vamos creciendo nos gusta poseer las cosas y las personas. Una diferencia brutal.
El vacío existente dentro de nosotros es claro y manifiesto cuando buscamos que otros llenen nuestras vidas y expectativas. O cuando la queremos llenar de cosas. Y máxime cuando hacemos que nuestra felicidad dependan de ellas.
Nuestra mochila de la vida va cargada, sino repleta, de cosas, personas, expectativas. ¿De cuántas podríamos desprendernos? ¿De cuántas tenemos dependencias? ¿Cuántas de ellas nos hacen infelices por no tenerlas y poseerlas?
La avaricia rompe el saco. Por la vida hay que ir ligeros de viaje, incluso a nivel mental y emocional. Libres para dar y libres para recibir.
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