Hoy empieza la Navidad, y espero que, al menos en mi vida, no sea una de esas que empiezan y acaban en unos días.
¿Requisitos para la Navidad?
Ser conscientes de la oscuridad. Todas nuestras vidas encierran cierta oscuridad que unas veces queremos ver y otras tu, que unas veces aceptamos y otras rechazamos. Ser conscientes es saber que esas experiencias, nos gusten o no, están ahí y de ahí poder pasar a una segunda actitud.
La LUZ. La experiencia de la luz, y con mayúscula me refiero a Dios, el AMOR, que da sentido a nuestras vidas, no siempre es agradable. Todo depende de como miremos hacia ella. Si dejamos que nos ciegue, que nos juzgué, nos condene o avasalle, difícilmente nos servirá: no he venido a juzgar al mundo sino a salvarlo, dirá Jesús a lo largo de su vida. Si la LUZ es contemplar la belleza de la vida con todas sus limitaciones todo cambia: apertura y agradecimiento.
Las luces, apertura y agradecimiento, tal vez sea la que lleva a la Virgen y San José a recibir las pequeñas e insignificantes luces de la vida, al punto de ir conservándolas en su corazón, María. Ver la luz en la vida y en los otros nos lleva a la contemplación del misterio de la vida en sí y de los demás con personas valiosas en mi propia oscuridad. ¿Qué pasaría sin en la vida fijáramos la atención más en la luz que en las tinieblas?
¿Y por qué no mantener desde hoy esa actitud de buscar luz en vez de tinieblas? o mejor dicho, ¿por qué en vez de buscar no estar más atento a percibir la luz de la vida y de los demás? Aquello con lo que alimentemos nuestra mente será la realidad que produzcamos.
¿Qué esperar de la LUZ?
Entender aspectos de nosotros mismos y de la realidad que no somos capaces de llegar a entender.
Descubrir caminos y actitudes nuevas que incorporar a nuestra vida.
Percibir lo positivo que hay a nuestro alrededor y que habitualmente dejamos escapar.
Aprender a vivir cada situación como un reto y una llamada a crecer y a superarse.
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