¿Es importante la aceptación de la realidad? ¿La de las otras personas? ¿Tenemos que resignarnos a lo que hay?
Entre la aceptación y la resignación hay un trecho. Una cosa es resignarse, es decir, tirar la toalla y abandononarse a lo que hay, y otra muy distinta es aceptar lo que hay y a partir de ahi construir todo lo que se pueda.
La resignación, como he dicho es una actitud derrotista, pasiva y que no aporta nada a lo que estamos viviendo mientras que la a aceptación es una actitud que me permite aceptar lo que hay, no ponerme a la defensiva y adoptar una actitud de dialogo con esa realidad para ver lo que desde ahi se puede hacer.
Como bien dice la frase de Alcohólicos Anónimos: “Dios, dame la serenidad de aceptar las cosas que no puedo cambiar; valor para cambiar las cosas que puedo; y sabiduría para conocer la diferencia."
En la aceptación encontramos serenidad, la serenidad nos permite observar, la observación nos permite pensar y el pensamiento nos permite aprender de las situaciones y si cabe la posibilidad, transformarlas o, simplemente, aportar algo a esas circunstancias. Podemos poner nuestro valor añadido. En la resignación nos hundimos. Un ejemplo claro me lo daban en un curso de socorrismo acuático: Cuando alguien se ahoga hay que ser muy prudentes y dejar que el que se ahoga pierda fuerza y vitalidad. Si no acepto esa realidad su fuerza inconsciente puede ser más poderosa que la mía real y en su afán por salvarse no entenderá razones y puede que acabemos los dos ahogados.
Tal vez si aceptamos la realidad y permito que en su lucha por sobrevivir vaya perdiendo fuerzas llegue el momento en el que yo si pueda salvarlo en su debilidad.
La a estación me permite vivir la realidad con cierta tranquilidad y, a partir de ahí, ver lo que buenamente puedo hacer. Tal vez descubra cosas buenas de esa realidad o esa realidad descubra cosas buenas en lo que yo quiero aportar.
En la aceptación encontramos serenidad, la serenidad nos permite observar, la observación nos permite pensar y el pensamiento nos permite aprender de las situaciones y si cabe la posibilidad, transformarlas o, simplemente, aportar algo a esas circunstancias. Podemos poner nuestro valor añadido. En la resignación nos hundimos. Un ejemplo claro me lo daban en un curso de socorrismo acuático: Cuando alguien se ahoga hay que ser muy prudentes y dejar que el que se ahoga pierda fuerza y vitalidad. Si no acepto esa realidad su fuerza inconsciente puede ser más poderosa que la mía real y en su afán por salvarse no entenderá razones y puede que acabemos los dos ahogados.
Tal vez si aceptamos la realidad y permito que en su lucha por sobrevivir vaya perdiendo fuerzas llegue el momento en el que yo si pueda salvarlo en su debilidad.
La a estación me permite vivir la realidad con cierta tranquilidad y, a partir de ahí, ver lo que buenamente puedo hacer. Tal vez descubra cosas buenas de esa realidad o esa realidad descubra cosas buenas en lo que yo quiero aportar.
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