Uno de los grandes males que podemos hacerle a una persona es la indiferencia. Hay quien piensa que la indiferencia está a medio camino entre el amor y el odio, pero yo creo que está mucho más allá del odio. Cuando amas y odias a una persona la tienes en la mente y en el corazón, para bien o para mal. Cuando sientes indiferencia, simplemente, no está, ha desaparecido. Si el amor y el odio hablan de un sentimiento de agradecimiento y de admiración o de dolor y frustración hacia una persona, la indiferencia habla de la muerte de alguien en la propia vida de una persona.
Recuerdo que hay momentos en los que la libertad que damos a las personas hace que respetemos sus decisiones y tengamos que esperar pacientemente a que nos tomen en cuenta. Es la experiencia del Padre del Hijo Pródigo. Reparte, permite que se vaya, ve como malgasta todo lo que le ha dado y aguanta pacientemente a que se de cuenta de que a su lado tiene un lugar.
Por el contrario, hay otra experiencia, que es la de la Oveja perdida, en la que va en busca de ella. Es otra parte del amor y del perdón. El sentimiento de amor que profesamos hacia quienes queremos hace que muchas veces dejemos el orgullo y la soberbia a un lado, que aparquemos la indiferencia para salir, comunicarnos, dialogar, aclarar y volver al equilibrio de la vida.
Como dice la canción, algo se muere en el alma cuando un amigo se va. El hueco que deja en cada uno de nosotros la vanidad, el orgullo y la falta de comprensión es bastante caro. Somos seres sociales. Necesitamos de los demás.No podemos ir solos por el camino o cambiando de equipo a cada momento. Cuando sentimos que alguien que forma parte de nuestra vida nos falta, sufrimos. Así me lo expresaba una persona hace unos días que sentía la ausencia de su hija que pasaba un momento difícil de su vida.
El perdón implica no solo la actitud de perdonar cuando alguien viene y te lo pide, sino también la actitud de ir en búsqueda del otro. Es una manera de decir que está abierto a la otra persona y que la necesitas porque forma parte de tu vida, de tu grupo, de la sociedad en la que vives. No es que dependamos de los demás, es que los otros significan algo en nuestra vida.
La indiferencia muestra lo que alguien ha significado en nuestra vida, nada. Habla más de nosotros mismos que de la ofensa que el otro haya podido hacernos. Estar abiertos, a la espera o salir al encuentro son actitudes que hablan mucho más de amor que de odio o de indiferencia, actitudes que hablan más de nosotros mismos que las acciones que otros hay podido realizar llegando a herirnos.
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