Es curioso como hay mucha gente predispuesta a pensar en la tragedia y a augurar los peores presagios para la vida. Durante estos días se ha estado hablando sobre el fin del mundo que tenía que acontecer en el día de hoy. Hace unos años pasó otro tanto de lo mismo por entrar en el año 2.000 y hace muchos años, cuando era pequeño, recuerdo a una persona calva y con barbas subirse al altar, interrumpir la misa y decir en voz alta a todo el mundo que el fin del mundo estaba próximo.
Hoy, una vez más y como puedes comprobar, la vida sigue adelante y seguirá por mucho tiempo más. Los únicos que nos vamos o nos transformamos somos nosotros cuando dejamos este cuerpo material. Pero lo que me hace reflexionar sobre toda esta historia es la cantidad de veces que vivimos con el miedo en el cuerpo para sufrir por algo que no va a suceder. Hoy, por ejemplo, vemos como mucha gente se ha gastado cantidad de dinero en refugios para evitar lo que en sí sería inevitable. El miedo nos paraliza y aprisiona no permitiéndonos muchas veces gozar de la misma vida.
Me pregunto que sentirán todos aquellos que se han gastado tanto dinero y tantas palabras en advertir a los demás sobre algo que no ha sucedido. Es lo mismo que yo me he preguntado por la cantidad de tiempo perdido y de energías que he malgastado por miedos sin ningún tipo de base con los que yo he vivido.
La mejor manera de vencer el miedo, además de estar bien informado de aquello que nos atemoriza, es vivir el día a día. Hay cosas que sucederán que yo no podré cambiar. Ahí me adapto o pierdo el tiempo preocupándome.por algo que no puedo cambiar. Vivir el momento ya trae consigo muchos retos y muchas vivencias que nos hacen gozar, aprender de la vida y desarrollarnos como personas.
Tal vez para muchos el fin del mundo llegue inesperadamente tras una enfermedad, un accidente o cualquier otra circunstancia, pero mientras tanto, a vivir......... Y todo esto es aplicable a muchos o a todos los miedos que solemos tener en la vida y que no nos permiten vivir o tomar decisiones. Por eso insisto, ¡a vivir, que son dos días!
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