Paradójica pregunta la que muchas veces nos hacemos: ¿Es importante lo que los demás esperan de nosotros o lo es más lo que yo espero de mi mismo?
Mucha gente espera muchas y grandes cosas de cada uno de nosotros. Nosotros fijamos la atención en la expectativa que ellos tienen. Muchas veces queremos agradar, otras tener una actitud de servicio y otra queremos sentirnos útiles.
Dentro de nosotros florece la desazón y el desencanto. Mis sueños no son sus sueños, ni los suyos son los míos. Me desvivo por servir y agradar, pero el vacío se instala dentro de mi.
¿Cómo puedo dar de lo que no soy y compartir lo que no tengo?
Para poder amar tengo que saber amarme; para permitir crecer, tengo que saber crecer yo mismo. Para dar vida, tengo que llevarla dentro de mí. No puedo dar ni compartir nada de lo que no soy ni poseo.
Cuando mis ojos se clavan en las expectativas de los demás es tal vez porque yo carezca de expectativas propias. Cuando mis expectativas comiencen hacerse realidad los demás vendrán y beberán de lo que soy, de lo que tengo, de lo que disfruto, de lo que logro.
Amar es cuidar de mi planta para que yo disfrute de ella y los demás de mí.
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