Alguien me recordaba hoy que eran las cenizas de quien hace unos años era. Una persona incapaz de superar una traumática muerte en el seno de la familia. Los años han pasado y los ánimos permaneces bajo tierra a pesar de que ha remontado un poco a su estado inicial.
Al escuchar el mensaje de que eran las cenizas me vino a la mente la parábola del caballo al que quieren matar por haberse caído un pozo, por ser viejo y por habérsele partido una pierna. Iban arrojando todo tipo de basura y de escombros para matarlo de una vez por todas. Pero el caballo se iba moviendo y encaramando a cada uno de los escombros hasta poder ver una vez más la luz del día ante el asombro de todos.
La vida y la muerte son compañeras de viaje. No existen la una sin la otra, así como las dificultades y los buenos momentos de la vida. Blanco y negro, luz y oscuridad, sol y lluvia.... Todo es complementario y todo forma parte de un todo que muchas veces nos cuesta entender y asumir.
Los momentos en los que nuestra vida parece empequeñecerse, asfixiarse y extinguirse tienen un sentido que no alcanzamos a ver sino solo cuando salimos de ellos. Son momentos en los que tenemos que apoyarnos en lo que parece nuestra propia miseria, que no lo es, y aprovecharlos como auténticos revulsivos que nos ayuden a vivir y a crecer.
Hay preguntas que pueden ayudarnos a superar esos momentos:
- ¿Qué me está pidiendo la vida en éste momento?
- ¿Qué puede haber de positivo en esta situación?
- ¿Qué debilidades me muestra esta situación sobre mi?
- ¿Qué apegos me impiden avanzar en este momento de la vida?
- ¿Qué sentido tiene la vida en estos momentos, qué otro puede tener?
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